Oh! Parece ser que estás usando adblocker y lo respetamos. Por eso podrás seguir disfrutando de nuestros contenidos sin problema pero quisiéramos pedirte que lo desactivaras para nuestro site. Ayúdanos a seguir adelante y a luchar por aquello en lo que creemos.
Content
Stalin convirtió la zona en un campo de trabajos forzados en los años 30 del siglo pasado. Cientos de personas murieron en Golgotha
Playground community
07 Agosto 2018 20:44
Los drones nos están permitiendo captar imágenes de espectacular belleza, pero esos pequeños objetos voladores que llegan donde el hombre no puede también se están probando útiles como herramientas para apuntalar la memoria. Ojos que nos recuerdan capítulos de la Historia que no conviene olvidar. Naves que nos permiten sobrevolar de cerca escenarios abandonados, casi destruidos, y a la vez fascinantes. Escenarios en los que que al abandono se suma el horror.
El dron capta imágenes del Mount Schmidt en la ciudad de Norlisk (Rusia). Este complejo fue en su día un campo de trabajos forzados para prisioneros soviéticos. Para aquellos a quienes el stalinismo calificaba —con o sin razón- como disidentes o traidores a la causa y a su líder, Josef Stalin.
La urbe de Norlisk se fundó en 1920 pero no fue hasta 1953 que logró el estatus de ciudad. Hoy, más de medio siglo después, sus 100.000 habitantes son los orgullosos descendientes de aquellos prisioneros. Los ciudadanos de Norlisk, junto con los de Yakutsk y otros puntos del área componen el núcleo urbano más grande al Norte de Siberia. Son gentes habituadas a soportar las durísimas temperaturas de la zona. Tan duras que ambas ciudades están en “permafrost”, o sea, con el suelo constantemente congelado.
Durante tres meses al año, el sol no sale en Norlisk. La nieve lo cubre todo durante unos 250 días al año. Norlisk tiene además el dudoso honor de estar considerada una de las ciudades más contaminadas del mundo. También un núcleo urbano nada incluyente: es territorio cerrado excepto para rusos y bielorrusos. Llevan a gala la categoría a la que pertenecen, la de los supervivientes.
Todos estos datos chocan con esa aparente belleza captada desde el aire, viajando sobre materiales rotos, edificios semiderruidos y raíles de acero torcidos. Allí, los prisioneros trabajaban en la minería, dejándose la vida y pagando así —según el criterio soviético— su traición al régimen.
El número de muertes de los prisioneros de ese lugar es imposible de calcular. Más aún cuando todos los datos oficiales aún hoy están bajo secreto gubernamental. Los deshielos en junio suelen desplazar con las aguas los restos óseos de prisioneros sin nombre. El suelo está compuesto de cuerpos que a nadie importan ya. Por algo ese monte es llamado por los lugareños, “el Gólgota”, el Calvario.
En los años 20 se descubrieron las vetas de níquel. En los 30, ya bajo la férula de Stalin, se estableció como campo “de trabajo” forzado. Con ese estatus prosiguió hasta poco después de la muerte del dictador. En la actualidad, Norlisk prosigue como lugar de extracción de minerales, bajo el control del magnate Vladimir Potanin. Dispone allí de 60.000 empleados. No son prisioneros, pero las condiciones ambientales son invariables: tres meses al año sin amanecer, sin salida de sol, en oscuridad permanente, y la nieve lo cubre todo dos de cada tres días del año.
Contemplemos de nuevo el vídeo, ya con estos datos en mente, para recordar que todo, a vista de pájaro, mejora y se embellece. Al menos, mientras no pongas pie en tierra.
share