Cuando hablamos de abejas todos pensamos en esos pequeños insectos con franjas amarillas, que producen miel y viven en complejas sociedades de miles de individuos que comparten colmena. Es la imagen popular, pero en la realidad ésas es sólo una familia minoritaria del gran clan de las abejas. Hay miles de especies de abejas y sólo unas pocas, las llamadas “abejas de la miel”, cumplen con esas características. La mayoría de especies pertenecen al tipo denominado “abejas solitarias”.
En este vídeo, filmado por Emilia Dooris, gran amante de las abejas y persona que lleva sus inquietudes ecologistas a su trabajo del día a día en una compañía consagrada a la reducción de las emisiones nocivas, vemos el nacimiento de una de ellas. Y un nacimiento siempre es ilusionante, un principio, una criatura que poco tiempo atrás no existía, de pronto está milagrosamente insuflada de vida.
Parece que no nos acostumbramos y cada vez que vemos un nuevo parto, la inmensa mayoría de las personas se conmueve. Y aunque los insectos son un grupo animal que no gusta a todos, la abeja es un insecto al que miramos con simpatía, incluso cuando no hace miel, incluso cuando prefiere llevar una vida independiente y seguir su propio camino en vez de una gran metrópoli.
Tanta simpatía despiertan que hace poco un grupo de activistas con base en Cornwall le han dedicado una semana solidaria, la Solitary Bee Week, con su hashtag (#solitarybeeweek) para crear conciencia en redes.
Las abejas solitarias tienen además características muy singulares. Como vemos, las reinas solitarias construyen celdas de pasta vegetal y ponen un huevo en cada una. Usan el polen para alimentar a las crías sin convertirlo en miel y, en función de si viven en zonas de cereales, huertas o viñedos, eligen si sus descendientes serán varones o hembras e incluso su tamaño.
En estudios desarrollados por la Universidad de Salamanca se ha demostrado que actúan con estrategia en función de los recursos disponibles, que generan un mayor número de hembras (que proceden de los huevos fecundados, puesto que si no los fecundan nacerán machos) y que, siendo animales polinizadores, su establecimiento en una zona es un acicate ecológico y todo el entorno en el que viven se beneficia de su presencia y actividades.
La soledad, cuando viene impuesta es una pesada carga, pero la soledad elegida es un enorme privilegio y un placer para el sujeto que la busca.
Estas abejas que buscan la soledad son independientes, inteligentes, activas, trabajadoras y grandes benefactoras de su entorno. Aunque no cumplan con el arquetipo de colores y forma de vida, son unos seres fascinantes y, como podemos ver en el vídeo, absolutamente encantadores.
¡Bienvenida al mundo, pequeña!