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'Ídolo': C. Tangana está hecho de barro

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El nuevo larga duración de C. Tangana llegó por sorpresa el viernes, y las sorpresas terminaron ahí: 'Ídolo' es un trabajo autoconsciente, narcisista y apenas con algún hit

víctor parkas

10 Octubre 2017 06:00

Javier Ruiz

Nadie espera a la Inquisición Española, de la misma forma que nadie esperaba Ídolo. El nuevo LP de C. Tangana llegó el viernes por sorpresa, y las sorpresas terminaron ahí: el disco, autoconsciente y narcisista, termina siendo un –otro– vehículo promocional para su autor; una nota de prensa que tardas cuarenta minutos en leer y, cuando por fin la terminas, te da la sensación de que conocías su contenido de antemano, cuarenta minutos antes.

Y, ¿sabes? Lo peor y lo mejor es que, todo eso, parece parte de un plan perfectamente premeditado, donde los defectos parecen estar tan estudiados y medidos como las virtudes.

Ídolo se abre con Tiempo, una suerte de declaración de intenciones en la Pucho dice no tener “tiempo para bromear”. Habla, claro, del puto beef; de su poco interés por seguir ahondando en él. Treinta segundos después, traiciona dicha promesa: “Políticos pensando como contestar, están pendientes de si voy a hablar”, canta, refiriéndose a Pablo Iglesias.

¿Discurso bipolar? Hay más síntomas: en el cuarto track, No te pegas, C. Tangana parece querer, si no hurgar viejas heridas, sí sacar pecho ante todo aquél que ose disputarle la corona. En este caso, parece que son Rels B, Pimp Flaco y Kinder Malo los targets elegidos –en el tema hay, sino referencias directas a ellos, sí a expresiones que éstos usaron en Water Boy, The End o Nueva Generación, cuya base calca No te pegas.

Tiempo y No te pegas, aun así, no son ilustrativas dentro de Ídolo; son, contra natura, dos chistes para muy fans. El LP, en cambio, lo que hace es transpirar altanería: canciones como Inditex o Caballo Ganador son himnos histriónicos sobre lo muy por encima que Tangana cree estar de sus contemporáneos. “Hoy he tachado lo que tú en un mes”, canta en Inditex, para más tarde sentenciar que todo a su alrededor está podrido. “Convertí un descampao en un jardín”, continúa, “para que todos esos raperos puedan por fin vivir aquí”.

Si la campaña de promoción que siguió al lanzamiento de Mala Mujer sugería una deriva interesante en el discurso de C. Tangana, desde su ex abrupto en La Ser –“las ideas sobre masculinidad y feminidad que tiene España me comen el coño”– hasta su flirteo con los géneros no-normativos de Pop ur Pussy, Ídolo supone un paso atrás en esa actitud revulsiva y renovadora que se nos venía prometiendo.

¿Que tenemos en su lugar? Soberbia demodé: el discurso de Tangana, en el urban español, lo llevamos escuchando desde que Kase O, en Mierda, se puso delante de aquél micro que valía “más de un quilo” y autoproclamó “pastor del Dios hip hop”. La retórica autoreflexiva sobre las bondades propias es tan vieja que versos como “para estar a vuestra altura tendría que volver” te hacen creer que la burbuja inmobiliaria todavía no ha estallado.

Si la relación entre C. Tangana y su audiencia fuera sentimental, Ídolo sería rutina de domingo por la tarde: sofá, manta y peli de Sandra Bullock. Lejos queda ese ansia por seducir en la primera cita de 10/15 o la sortija de compromiso con el mainstream que supuso Mala Mujer: en su último trabajo, Tangana no hace sino que regodearse con su conquista del brazo. Ídolo es un selfie de pareja en el que sólo uno de los dos sonríe; ese “uno”, como siempre, es el que sujeta la cámara.

¿El auténtico drama? Si obviamos dos de los singles que ya conocíamos, –Mala Mujer y De Pie–, Ídolo está prácticamente yermo de hits. Pese a una producción impecable, con activos como Alizzz o Livinlargeinvenus firmando instrumentales, ninguno de los nuevos tracks parece tener potencial para corearse de otra forma que no sea a desgana, como esperando que pasen; como esperando que terminen y lleguen Los Chikos de Madriz o C.H.I.T.O.

Y la clave quizás sea precisamente ésa: Ídolo ya no es un producto para el nicho del que antes se alimentaba Tangana, sino que ambiciona llegar a un público más amplio Pa que brille y Otro Hombre son, en ese sentido, descarada y orgullosamente bieberescas. Sin embargo, incluso leído así, en clave de radiofórmula, Ídolo no aprueba el examen: prefiere, en su lugar, pasarse la clase grabando su nombre a navaja en el pupitre.

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