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Deafheaven: black metal que podría sonar en el ascensor de un hospital

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El nuevo disco de Deafheaven está recibiendo cobertura de evento, y lo es

víctor parkas

17 Julio 2018 10:08

You without end me desconcierta hasta tal punto que he de consultar mi reproductor varias veces, para comprobar que no haya saltado ningún anuncio. Y no, no es ningún anuncio: el último disco del grupo black metal Deafheaven se abre con un piano deambulante de ópera rock sobre el que sube, con él ya en marcha, una voz acreditada como Nadia Kury. ¿En serio no ha saltado ningún anuncio? No ha saltado ningún anuncio: George Clarke rompe You without end por la mitad con un aullido y la pista se desboca entre espasmos glam.

El último disco del grupo black metal Deafheaven, ¿será siquiera black metal?

“No”, contesta en Revolver Clarke, cantante de la banda. “Pero llevamos tiempo sin serlo”.

Deafheaven, pese a su voluntad de desembarazarse de la etiqueta black metal, sí incurren en muchas de sus constantes: bombos ametralladores, teclados de misa negra, frontman con voz de ultratumba. Si, efectivamente, el calificativo black metal no sirve para definirlos con precisión, es por la forma en que el grupo de Clarke alterna, en una misma canción, instantes de metal cavernoso con momentos de paz insólita, música para la contemplación, reposo zen.

La fama que los californianos amasaron con su trabajo Sunbather, probablemente uno de los mejores diez discos publicados en 2013, obligó a la prensa musical a buscar entre subcategorías de metal para afinar el tiro: ¿Eran Deefheaven post-metal? ¿Death metal atmosférico, quizás? El término que generaba más consenso era blackgaze, la contracción entre black metal y shoegaze, ese estilo de pop abúlico que llevaron a la excelencia grupos como My Bloody Valentine o Jesus and Mary Chain.

El shoegaze, pese a su apatía, era ampliamente consumido por los hooligans de la naciente cultura casual británica de los ochenta, aquélla que apostaba por la elegancia discreta antes que por la moda skin. Eso hace que el blackgaze, de algún modo, sirva para liberar la energía que palpitaba, sin llegar a explotar nunca, bajo el magma shoegaze. Como si Cocteu Twins fuesen un archivo zip que, al descomprimirse, diera como resultado los alaridos blackgaze de Remete, Lantlôs o los pioneros franceses Alcest.

El camino hasta esa descompresión no se ha andando de la noche a la mañana: los rastros de proto-blackgaze pueden localizarse en ciertos tracks de Burzum o Bathory, formaciones de black metal que sí fueron contemporáneas y permeables en directo del boom shoegaze. Jonas Akerlund, batería de Bathory, cedería tanto en su faceta pop que acabaría, no mostrando sus respetos hacia Ride o Slowdive, sino directamente dirigiendo videoclips para divas como Lady Gaga, Madonna o Beyoncé.

Si el último lanzamiento de Ordinary Corrupt Human Love, último LP de Deafheaven, está recibiendo la cobertura de evento, es porque lo es. Entre este álbum y Sunbather, New Bermuda confirmó al grupo de Clarke como un ente mucho más grande que la subcultura en la que había sido alumbrado. A pequeña escala, Deafheaven parecían capaces de auspiciar el blackgaze con la misma inteligencia que utilizase Sub Pop, primeros noventa, para sacar al grunge de su nicho y dejarlo explorar nuevas posibilidades.

Ordinary Corrupt Human Love, con sus contoneos apesadumbrados y new romantic, es quizás el trabajo más gaze y menos black de Deafheaven. Pistas como Night People o Near esquivan, directamente, cualquier gesto metal; ambas, en repeat, podrían habitar sin problemas el ascensor de cualquier hospital. Glint o Worthless Animal si recuperan, por el contrario, ese contraste entre el rasgueo desganado de guitarra que, en pocos segundos, pone todos sus pedales a echar humo.

Canary Yellow parece compuesta pensando en tocarse ante una multitud en pleno Wembley Arena. Honeycomb, en un club con rejas electrificadas entre escenario y público. Las separa lo que tarda tu reproductor en pasar, de una pista, a otra. Si Sunbather fue el vehículo con el que Deafheaven llevó el blackgaze hasta su cumbre, Ordinary Corrupt Human Love les ha servido a los californianos como desguace para despiezar el género y armar, al gusto, una nueva carrocería con él.

¿Black metal? Sí, pero black metal para pinchar a media tarde en Café del Mar.

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