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Artículo La llaman ‘El Exorcista’ de nuestra generación, pero es un millón de veces más terrorífica Culture

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La llaman ‘El Exorcista’ de nuestra generación, pero es un millón de veces más terrorífica

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'Hereditary' no es solo la mejor película de terror que verás este año, sino simplemente la mejor

víctor parkas

22 Junio 2018 09:59

Hace calor, pero, desde hace ya una semana, estoy pegado a la espalda de mi pareja. Me dice ‘vete a tu lado’. Me repite ‘vete a tu lado. Me voy a mi lado. No puedo dormir. Enciendo la luz de la mesita de noche. Mi pareja maldice. Repaso Twitter, para que me entre el sueño. No me entra, pero mañana madrugo, así que vuelvo a apagar la luz. Oigo un ruido en el pasillo. Me tapo con la sábana. ‘Ya vale’, me dice ella. ‘Es solo una película’, me dice ella, ‘déjame dormir’. Luego se duerme; yo no. Vuelvo a encender la luz. Llevo una semana, volviendo a encender la luz, cuando debería estar durmiendo.

Llevo una semana, volviendo a encender la luz, desde que vi Hereditary.

Ésta, la ópera prima de Ari Aster, no es la primera película que me genera una alteración de sueño; antes lo hicieron la primera It, Alien, Insidious o El Exorcista, la cinta de posesiones con la que más suele compararse Hereditary. Aunque todas comparten efectos secundarios, llevándote a la vigilia extrema, el tratamiento para paliar los de Hereditary no están funcionando: ni durmiendo acompañado estoy siendo capaz de dormir. El terror perdura, y lo hace también de día: en el reflejo sobre un edificio, en un sonido gutural a tu espalda, en cosas que podrían estar pasando dónde no alcanza la visión periférica.

La sinopsis de Hereditary suele acotarse a ‘la abuela y matriarca de la familia Graham muere y empiezan a manifestarse entes extraños’ y, aun sin imprecisiones, ese argumento no hace honor al abismo que la película abre bajo los pies de espectador: Hereditary, como la vida, son cúmulos de cosas terribles acumulándose sobre más cúmulos de cosas terribles, lutos solapándose entre en sí, gritos ahogados que sobreviven a elipsis narrativas, sobremesas tan tensas que parecen dirigidas por Mike Leigh, alianzas de boda sobreviviendo a combustiones espontáneas.

Hereditary (Ari Aster, 2018)

Que Hereditary esté aterrorizando incluso al público más fidelizado en el cine de horror tiene mucho que ver con su condición de pastiche: la película toma el ambiente cargado de La Semilla del Diablo, el histrionismo sangriento de Posesión Infernal, los grandes angulares de El Resplandor, la póliza de seguros de Sé lo que hicisteis el último verano. Incluso en pleno reciclaje y citado, Ari Aster consigue levantar un clásico moderno con voluntad de crear sus propios iconos: la pequeña Charlie Graham (Milly Shapiro) ya forma parte del mismo panteón que Hannibal Lecter, Chucky, Freddy o Michael Myers.

Si La Matanza de Texas revisó al redneck a través de un núcleo familiar, en el mejor de los casos, disfuncional, Hereditary toma la familia liberal de clase media, era Trump, para crear su propia alineación de monstruos contemporáneos. Las maquetas en miniatura de Annie Graham (Toni Collette) provocan, a un nivel visceral, la misma turbación que los muebles hechos con huesos humanos en las zonas comunes de la familia Sawyer: las dos construcciones tienen un poso confesional, hablan de horrores pasados, están salpicados de sangre cuya falsedad no tranquiliza.

Hereditary (Ari Aster, 2018)

En busca de un escalofrío nuevo, Ari Aster reformula lo que entendemos por terror cotidiano: Hereditary no fuerza el susto en situaciones mundanas, sino que lo dilata, posterga y explota en retrospectiva. Las escenas más aterradoras de Hereditary no lo son por lo que ocurre en pantalla, sino por lo que está por suceder más adelante, resignificando set pieces enteras, haciéndolas insoportables en la memoria. Hereditary es como ver El Sexto Sentido y enterarte, en una secuencia post-créditos, de que el Malcom Crowe de Bruce Willis tenía, en vida, inclinaciones pedófilas.

Lo más granado del cine satánico desde la psicotrónica The Lords of Salem, lo más angustiante del terror materno-filial desde la ¡Madre! de Aronofsky, Hereditary no sólo es la película de año en su género, sino fácilmente en el resto de categorías. Su protagonista, la madre coraje de Colette, es a las scream-queens lo que Titanic al cine de catástrofes: excelencia, exceso, fiestas con violines y acordeones en las tripas. Ella, con el resto de su familia, inspirarán tatuajes borrosos, grupos de death metal finlandeses, pesadillas capaces de atormentar a Aleister Crowley.

Eso último, para quién sea capaz de conciliar el sueño después de verla.

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