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Por qué 'Heridas abiertas' ('Sharp Objects') es una de las series más importantes de 2018

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HBO
 

Tan buena como "True detective" y tan rompedora como "Big Little Lies"

Rubén Serrano

19 Julio 2018 10:36

Multitud de series se estrenan cada año: algunas de ellas pasan sin pena ni gloria y otras, en cambio, llegan para atraparnos y dejarnos pensativos después de cada capítulo, como sucede con Heridas abiertas (Sharp objects). El nuevo thriller criminal de HBO, protagonizado por la eternamente nominada a los Oscar Amy Adams, persigue no solo convertirse en la serie revelación de este verano, sino en una de las mejores ficciones de 2018.

La miniserie cuenta con un equipo de oro. Aparte de Adams, que da vida a uno de sus personajes más complejos y enigmáticos de toda su carrera, la producción cuenta con las órdenes de Jean-Marc Vallée, director de la aclamada Big Little Lies. Además, es una adaptación del libro homónimo de Gillian Flynn, autora del best seller Pérdida, que después se convirtió en una película de éxito.

¿Y de qué va la cosa?

Por orden de su editor, la periodista Camille Preaker (Adams) regresa a su pueblo natal, Wind Gap (Misuri), para investigar el asesinato de una adolescente y la desaparición de otra, que posteriormente aparece mutilada. La vuelta a sus orígenes hará que Preaker se enfrente a los traumas de su pasado, que tanto se esfuerza por contener a base de su adicción al alcohol y de autolesionarse la piel con agujas y otros objetos afilados (de ahí el nombre de la serie).

A través de flashbacks del pasado de Camille y de los crímenes que se han producido, la serie construye un relato sobre las consecuencias que tiene acumular el dolor en lugar de atrevernos a sanarlo. Heridas abiertas indaga así sobre la naturaleza y las distintas formas de violencia que ejerce el ser humano contra otras personas y, sobre todo, sobre la necesidad de solucionar las cuentas pendientes que tenemos con nosotros mismos.

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Mujer muerta, mujer violada

Viendo Heridas abiertas es inevitable no pensar en True detective, la magistral serie creada por Nic Pizzolatto. En ambas creaciones predomina un ambiente asfixiante propio de la América profunda y se combinan saltos temporales y ráfagas de recuerdos para avanzar en la investigación de los asesinatos. Lo que desata la trama y catapulta la acción es un clásico en este tipo de ficciones: la violencia contra las mujeres.

Sin embargo, mientras que en True detective, Fargo o Twin Peaks el protagonismo de la chica queda reducido a ser la víctima, la muerta y la violada; en Heridas abiertas las mujeres son las que se adueñan del thriller psicológico. En ese sentido, la serie tiene un poco de Lisbeth Salander y de la saga Millenium: Camille Preaker tiene una historia que contar pero también su madre, su hermana fallecida, su hermanastra y todas las vecinas (adultas y menores) del pueblo. Heridas abiertas aporta el insight femenino que True detective desechó desde el principio.

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Apariencia y feminidad

La serie sucede en una pequeña localidad donde todos se conocen y donde todos se preocupan por mantener las apariencias. La que vive más obsesionada con ello es la madre de Camille, Adora (Patricia Clarkson), una socialité que entre llantos y una frialdad absoluta se desvive por evidenciarle a su hija que aún sigue decepcionada y enfadada por asuntos de años atrás. Marian, la hermana de Camille, falleció cuando era adolescente y los crímenes recientes reavivan los recuerdos más punzantes de madre e hija, creando una tensión insoportable.

Otras de las líneas discursivas de la serie es la diferencia. En toda comunidad reducida, si te sales de la norma imperante y desafías el sistema, te arriesgas a pagarlo caro. Si no sigues las normas tácitas, caerá sobre ti la burla, el rechazo y la marginación. Camille Preaker no cumple con lo que se supone que tiene que ser una mujer: no tiene pensado casarse a largo plazo y entre sus planes tampoco está ser madre, algo que las vecinas de la localidad y, en concreto, las amigas de su madre le reprochan con mala cara y condescendencia.

Al igual que a Camille, las víctimas de Wind Gap también tuvieron que soportar las consecuencias de tener una etiqueta colgando por ser diferentes. “El asesino no mata a niñas guais, comenta una de amigas de Amma, la hermanastra de Camille. Natalie Keene, una de las fallecidas, no cumplía con el arquetipo de feminidad: le gustaba el fútbol, coleccionaba arañas, paseaba por los bosques y era masculina. La diferencia siempre se ha pagado con un duro castigo, pero no queda claro si esa rebeldía social tiene algo que ver con el homicidio.

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La violencia la ejercen los hombres

Tras conocerse los crímenes nadie duda de la naturaleza de su autoría. Desde la policía hasta los vecinos, todos concluyen que la violencia y la atrocidad de los asesinatos justifican que el culpable es un hombre. Si la comunidad espera que una mujer se case y tenga hijos, no es de extrañar que también aguarde que un hombre sea duro, rudo y un poco intransigente. Por eso, sería más lógico que él fuera el responsable de los crímenes.

Sin embargo, a la lista de posibles culpables se suma el hermano de Keene. Su imagen de chico sensible, débil y de lágrima fácil hace que levante las sospechas sobre la comunidad porque, claro, un hombre jamás se comportaría así. El padre de la otra fallecida llega incluso a señalar que cree el autor del crimen es "maricón", dado que ninguna de las dos chicas había sido violada. De nuevo, la diferencia justifica y desata más violencia.

La única que se cuestiona este dogma inamovible es Camille, que descubre que un testigo vio como “la mujer de blanco” se llevó a una de las víctimas. Además su relato personal plantea que la violencia no la ejercen solo los hombres: el resentimiento de una madre, los juicios de una pequeña comunidad y el rechazo de amigas y vecinas pueden terminar en otro tipo de dolor tan imposible de curar como el de la muerte de un hijo.

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