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Por qué a nosotras nos venden dietas y a ellos restaurantes y whiskys de lujo

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"Si se dieran cuenta de que nos pueden vender whiskazo, caviar, ibérico de bellota o un menú de 200€, la cosa cambiaría. ¡Tenemos todo el derecho a disfrutar!”

Rosa Molinero Trias

23 Mayo 2018 10:40

“Ayer alguien me preguntó por qué en las revistas de hombres como GQ y Esquire cubren de forma tan buena y sistemática los temas de comida y restaurantes y las revistas para mujeres en general no lo hacen y no sé ni por dónde empezar a empezar.”

Así lo ponía sobre la mesa Helen Rosner, corresponsal de gastronomía para New Yorker. Porque, a grandes rasgos, parece que la gastronomía se vende a los hombres como un placer que conquistar y, a las mujeres, como un placer que deben controlar o, directamente, al que se les limita su acceso de varias formas.

“Es como, empiezo por las mujeres y la comida o los hombres y el dinero o lo de que el interés masculino sea de interés general o empiezo por…”

“Todavía tengo un cortocircuito”

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Y no nos extraña ese cortocircuito. El tratamiento de la alimentación en las revistas dirigidas a mujeres suele tener un fuerte componente nutricional, es decir, se habla sobre dietas, sobre calorías, sobre qué comer y qué no, de forma más o menos científica. En general, no es el caso de las revistas para hombres, aunque la dietética vinculada al fitness también ocupe su espacio en algunas revistas con un enfoque menos cultural.

Por lo menos, podemos decir que la alimentación en los magazines ‘femeninos’ estará mucho más vinculada a la imagen física que en el caso de los masculinos. Y de crítica gastronómica con todas las letras, que no sea publirreportaje ni entrevista de lifestyle, más bien escasa.

No es de extrañar que escribiendo en revistas dirigidas al público masculino se encuentren firmas de referencia de la crítica gastronómica, como Giles Coren (Esquire y GQ), Alan Richman (GQ) o Tom Parker Bowles (GQ y Esquire). Y, por supuesto, en revistas femeninas también ha habido y hay firmas excelentes, como Jeffrey Steingarten (Vogue) o A. A. Gill (Vanity Fair). El hecho de que el espacio de la crítica gastronómica en estas revistas orientadas a distintos sexos lo ocupen más hombres que mujeres es otro ejemplo más de cómo están las cosas.

Para muestra, un botón sin voluntad científica, porque por supuesto hay magníficos artículos sobre gastronomía en revistas pensadas para mujeres, como los de Tamar Adler en Vogue. Aquí, solamente unos cuantos titulares que ejemplifican cómo se explica de manera distinta la gastronomía a hombres y a mujeres en medios diseñados por géneros.

Para ellas: "La chef Laila Gohar ofrece un despliegue de fructosa y glucosa en la fiesta de la gala Pre-Met", “Laila Gohar diseñó el menú de la cena pre-gala, es habitual en los eventos de moda más exclusivos y está casada con un barcelonés”, “Los obesos son grandes desertores”, "¿Qué quiere decir hacer una ginebra artesanal pensando en las mujeres?", Hacer pasta para calmar la mente, “Consejos de una experta para engordar lo menos posible en Navidad”.

Para ellos: “Queridos padres: ya hay alcohol en todos los restaurantes del Reino Mágico”, “Cómo conseguir mesa en los restaurantes más exclusivos del mundo”, "El bocadillo de patatas fritas es el bocadillo delirante y sin sentido de mis sueños", "Lo mejor que puedes hacer con una botella de ron", "Unas patatas fritas tan ricas que tuve que esconderlas".

Las revistas masculinas exploran el infinito mundo de posibilidades del comer y el beber, que tendría que ser el mismo para hombres y mujeres.

Arte PlayGround

Da igual lo que la chef Laila Gohar cocinara en la Gala del Met: lo que importa es que tenía muchas calorías y con quién está casada. Da igual que la obesidad sea una enfermedad, hagamos sentir mal a la gente con nuestra gordofobia. Vamos a buscarle un sentido a hacer pasta que no sea comerla porque, ya sabes, los carbohidratos.

Por su lado, las revistas masculinas exploran el infinito mundo de posibilidades del comer y el beber basado en el placer, que tendría que ser el mismo para todos. ¿Por qué no emborracharnos un poco en Disneyland? ¿Por qué no comer bocadillos pesados y grasientos? ¿Por qué no trincarme una botella de ron? ¿Por qué no una serie de artículos sobre las mejores patatas fritas de bolsa? ¿Por qué no ir a los restaurantes más rimbombantes del globo? Y así hasta ad eternum.

Tal vez la revista ¡Beef!, Premio Nacional de Gastronomía en 2017, consigue reunir todos los tópicos sobre la gastronomía más macho en una misma revista: mucho alcohol y mucha carnaca. Cuando le preguntaron a su editor jefe Jan Spielhagen sobre el título de la publicación, contestó: “Queríamos tener un acento fuertemente masculino y las verduras se asocian más bien con lo que cocinan las mujeres".

Queríamos tener un acento fuertemente masculino y las verduras se asocian más bien con lo que cocinan las mujeres.

Jan Spielhagen, jefe editor de ¡Beef!

A las declaraciones de Helen Rosner le siguieron una ristra de comentarios que añadieron más madera a la hoguera y que contestaban a la misma pregunta: “¿Por qué en las revistas dirigidas a los hombres se escribe tan bien sobre gastronomía y no es así en las que se dirigen a las mujeres?

“Porque se supone que a las mujeres no les interesa la comida, o comer, o el placer que se deriva de los dos. Mi hija está obsesionada con la cocina. Es interesante observar la reacción de la gente cuando les dice que algún día llevará su propio restaurante”

“Sí, ahora pienso incluso en cuando Vice Munchies se dirigió primero y principalmente hacia los hombres y sus apetitos. Tuve un editor de Eater que me dijo que mi idea de programa sobre comida vegetariana y recolección de plantas ‘no era interesante’ comparado con su show cárnico”

“Cada artículo sobre comida en revistas para mujeres es negado por 3 artículos de mansplainners sobre cómo evitar la comida"

También han aportado su opinión al debate Helena Vaello, periodista gastronómica, Margaryta Yakovenko, editora de actualidad en PlayGround y Mar Calpena, periodista gastronómica, bartender y autora del blog Una o dos copas.

Helena Vaello le echa parte de culpa a la presión del sector alimentario sobre este tipo de publicaciones. “Viven en gran parte de la publicidad y mucho del contenido está asociado a anunciantes –estos acaban por influir en la línea editorial de un modo más o menos directo. Las marcas de vino/de alimentos así como las guías y ránkings de restaurantes parece ser que no consideran a la mujer un cliente potencial, y de ese modo quedan excluidas de un montón de información relativa a gastronomía. En cambio, sí son susceptibles de comprar productos de nutrición / adelgazamiento etcétera, y de ese modo se produce un montón de contenido sobre nutrición (o pseudo nutrición) para mujeres”.

Helena también dirige sus argumentos hacia la propia raíz del placer: “Creo que hay un substrato cultural que hace que esté mal visto que la mujer pueda tener un interés hedonista en la gastronomía: tradicionalmente las mujeres se ocupan de hacer la comida/llevar la casa, pero no disfrutan con ello, no son expertas en gastronomía (productos, vinos, restaurantes) y mucho menos prescriptoras. Son áreas vetadas a las mujeres, que deben dedicarse a cosas más útiles como cuidar niños o estar guapas, ¿no?”. Y acaba con una reflexión para las marcas: "Creo que es machismo puro, enredado en nuestra cultura y en el sistema capitalista... al final creo que si se dieran cuenta de que nos pueden vender el whiskazo, el caviar, el ibérico de bellota o el menú de 200€, la cosa cambiaría. ¡Tenemos todo el derecho a disfrutar!”.

"No consideran a la mujer un cliente potencial, y de eso modo quedan excluidas de un montón de información relativa a la gastronomía".

Helena Vaello, periodista gastronómica

Por otro lado, Margaryta Yakovenko opina lo siguiente: "muchos de los contenidos de las revistas tienen que ver con el poder adquisitivo del público al que van dirigido. Vogue, Harper’s Bazaar [tal vez la revista en la que más restaurantes aparecen] o Elle, que son revistas al nivel de Esquire o GQ en el sentido de cubrir el lujo, la moda de grandes marcas y las terrazas de hoteles, puedes encontrar infinidad de recomendaciones de restaurantes caros. Si nos vamos a revistas como Mia o Clara, abundan dietas y batidos detox, como también ocurre en Men’s Health”. En resumidas cuentas, para algunos son los tratamientos de spa y los restaurantes caros y para otros la cultura del esfuerzo: ejercicio y dietas. Pero todavía hay una diferencia más: seguro que en Men's Health no habrá consejos para alimentar a tus hijos o una planificación de menús para toda la familia.

"Muchos de los contenidos de las revistas tienen que ver con el poder adquisitivo del público al que van dirigido"

Margaryta Yakovenko, editora de Now en PlayGrounds

En este sentido, Mar Calpena se pregunta: “¿quién hace una sección de gastronomía más real, la revista que te da recetas para alimentar a una familia con cuatro duros y en poco rato, o la que te propone restaurantes y recetas tan aspiracionales e inabastables como lo son sus editoriales de moda con modelos de tallas imposibles?. Además, si te fijas en las revistas femeninas, verás que los reportajes son mucho más cortos y todo es más visual porque, como apunta Helen Roser, cada vez más se han convertido en catálogos disfrazados”.

Y añade "Hay motivos de sexismo, sí –al fin y al cabo, para la gastronomía (y no sólo en cocina) se suele suponer que hay dinero para el ocio, y que las revistas femeninas viven de los anuncios de ropa y belleza, dos sectores que promueven una idea de mujer alejada de los placeres terrenales y que no la harían parecer… una mujer”, dice Calpena, que a finales de los noventa trabajó en la revista Woman, donde pudo escribir piezas que contrarrestan la tónica general, igual que esta entrevista con Manuel Vázquez-Montalbán y Ferran Adrià.

"Las revistas femeninas viven de los anuncios de ropa y belleza, que promueven una idea de mujer alejada de los placeres terrenales y que no la harían parecer… una mujer”

Mar Calpena, periodista y bartender

“Las razones de lo que explica Helen Roser son muy complejas y no completamente extrapolables entre España y los Estados Unidos: en Estados Unidos, las revistas masculinas son, desde los sesenta, no sólo una cantera para buenos periodistas gastronómicos, sino del periodismo más o menos creativo (¡Tom Wolfe que estás en el cielo!) mientras que en España las revistas masculinas no empiezan a aparecer hasta los noventa (con la única posible excepción de Interviú) más o menos cuando la gastronomía empieza a eclosionar alrededor del mundo, y cuando empieza a considerarse algo ‘de prestigio’ entre los machos españoles y no como algo que los haga aparentar afeminados. Se hacen con un mercado publicitario, vinculado al lujo, que en el caso de las revistas femeninas ya copan las marcas de pintalabios y zapatos".

Para terminar, Calpena señala el propio machismo del mundo de la gastronomía: "eso incluye a quién se entrevista, qué te dicen, cómo te tratan. Hay cierto tapón generacional en el mundo de la crítica, que a partir de ciertas edades tiene como cabezas visibles a los hombres, por razones históricas y, en ciertos casos, algunos rancios que no soltarán la silla ni promoverán a ninguna mujer hasta que se mueran”.

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