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Artículo “Cuando eres una lesbiana femenina tienes que salir del armario cada día” Life

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“Cuando eres una lesbiana femenina tienes que salir del armario cada día”

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Ngalonkulu.
 

Para la sociedad solo hay un modelo homologado de lesbiana, si no encajas en él, a los ojos del mundo eres hetero. Eres invisible.

Elena Rue Morgue

27 Abril 2018 10:58

Imagina la siguiente escena. Consulta médica, entra una mujer. Ventilargos. Tiene el pelo castaño, por debajo de la altura de los hombros. El pintalabios a juego con el pintauñas. Los zapatos a juego con el bolso.

El doctor le pregunta: “¿Alguna posibilidad de que pueda estar embarazada?

Ella le responde: “No”.

“¿Está segura?”

“Pues sí”

“¿Es usted sexualmente activa?”.

“Sí”.

“¿Bueno, y qué método anticonceptivo está usando?”.

“Ninguno”.

El ambiente empieza a ponerse raro.

“¿Pero está usted tratando de quedarse embarazada?”.

Ella, que ha tenido exactamente esta misma conversación unas quince veces a lo largo de su vida, responde hastiada: “No”.

Él, dando por hecho que va a tener que explicarle a una mujer adulta los entresijos más básicos de la reproducción humana, vuelve a insistir en la primera pregunta: “Entonces, ¿cómo está tan segura de que no puede estar embarazada?”.

Cuando le planteo por teléfono a Aroa cómo actúa ella cuando se ve en esta situación, me contesta que hace ya un tiempo que decidió ir por la vía rápida y responder a su médico sin rodeos: “Porque soy lesbiana, señor. Porque soy lesbiana”.

Ella, como esa chica imaginaria que he descrito, es una lesbiana que encaja en lo que socialmente consideramos como una apariencia femenina. Vamos, lo que viene a ser una lesbiana que “no parece lesbiana”, y que por no llevar el “uniforme reglamentario de lesbiana”, se encuentra permanentemente obligada a tener que explicar y justificar su propia sexualidad: “Cuando eres una lesbiana femenina tienes que salir del armario cada día”.

En la sanidad pública, como en la calle, la sexualidad en la que no hay un falo y un macho de por medio al parecer no existe. Solo como fantasía pajera traducida en categoría porno. Como un tag de Porhub.

“¿Estás segura de que eres lesbiana? No lo pareces”

Estela es de Huelva, trabaja enfermera y acaba de publicar su segundo libro de poesía. A los 15 fue consciente por primera vez de que era lesbiana: “Me daba cuenta de que había chicas que me gustaban, no solo porque quería ser como ellas, sino que había una atracción sexual”.

Tanto para su familia como para sus amigos nunca fue un drama, todos se lo tomaron bien. Con el resto del mundo, la cosa fue más complicada. A sus 31, me explica, el “no me lo creo” o “no se te nota” son el pan de cada día de cualquier lesbiana que no sea, como feamente se sigue diciendo, una “marimacho”.

Bueno, si tu no eres el macho, tiene que serlo tu novia

Aroa tiene 29 años y es dependienta en un centro comercial en Madrid: “Tengo muchas compañeras y muchos compañeros gays, y veo mucho la diferencia entre cómo se portan con ellos en ese tema y como se portan conmigo. Ellos son gays y ya está, les parezca bien o mal, pero no piensan que ‘falta un hombre’". Probablemente a ellos no les cuestionen su sexualidad diciendo que “nunca han probado un buen coño”.

"Vivimos en una sociedad falocéntrica. Cuando yo digo que tengo pareja, se sobreentiende que es un hombre. Cuando explico que es una mujer, como yo soy femenina, asumen que ella tiene que ser masculina”, me explica.

“Cuando enseño una foto de mi novia, que también es femenina, ya no les cuadra. Entonces me preguntan que quién hace de hombre y quién hace de mujer. Me lo preguntan tantas veces que es que al final me río, ‘Pues quién va a hacer de hombre, nadie, somos dos mujeres’".

Mamá, no somos amigas, nos comemos el coño

Cuando, después de mucha terapia de cerveza y amigas, Alba (periodista de Barcelona) se atrevió a salir del armario con su padre a los 25 años, ella le preguntó extrañada, “Papá, ¿en serio no te lo habías imaginado? ¡No he tenido novio en la vida!”. Él le respondió,“No sé, hija, pensaba que simplemente eras muy exigente”.

Aunque sea un comentario con el que hemos hecho muchas bromas, esta situación esconde la realidad a la que se enfrentan permanentemente las lesbianas. En la sociedad son tan invisibles — sobre todo si no encajan en el arquetipo de lesbiana butch — que un padre que no ha visto a su hija con un hombre en 25 años ni se plantea que el motivo sea que puedan gustarle las mujeres.

Aroa me explica que con su madre tuvo que salir del armario dos veces: la primera, cuando le presentó a su novia. La segunda, cuando cortaron y tuvo que hacerle entender que aquella chica no había sido una fase, que la siguiente vez que volviera a presentarle a una pareja, volvería a ser una mujer.

“Con mi pareja actual, que somos femeninas las dos, nos suelen tratar como si fuéramos hermanas”, me explica Aroa. “Incluso cuando estábamos firmando el contrato del piso para irnos a vivir juntas nos decían esto. Yo les dije ‘¿Pero no estáis viendo que tenemos apellidos diferentes?’, y me respondieron, ‘¿Ah, entonces qué sois, amigas?.

¿Asumen que son heterosexuales porque no se les pasa por la cabeza que unas chicas con maquillaje y vestido puedan ser lesbianas o les resulta tan incómodo pensarlo que prefieren obviar la verdad aun cuando es tan evidente?

¿Por qué tengo que explicar lo mismo un millón de veces?

“Se da por sentado que eres heterosexual y la gente se comunica contigo como si fueras hetero, te hablan de tu novio, de cuando te cases… dan por hecho que vas a estar con un tío, y depende de lo cómoda que me sienta con esa persona le explico que a mí me gustan las mujeres o no. A veces no lo hago por pereza, pero otras por seguridad”, me dice Estela. “Si no veo que el entorno es seguro y voy a tener que enfrentarme a ello, no lo hago”.

Aunque ella misma reconoce que es la pescadilla que se muerde la cola, “Soy consciente de que nosotras contribuimos de alguna manera al no contarlo a mantener el estereotipo… pero al final es también una cuestión de salud mental, de elegir las batallas. A veces no me apetece meterme en un debate sobre la sexualidad y los estereotipos porque no me compensa, lo ideal es que pudiera ser algo natural, tan fácil como ‘Mira, esta es mi novia’”.

Aroa, que suele escoger la opción de hablar claro aunque incomode, también está un poco harta de la situación: “Incluso cuando hablo con mis compañeros de trabajo y contando una historia digo que estaba con mi novia en su cabeza entienden novio. Hasta que no lo he explicado claramente, lo tienen tan asumido que escuchan “novio”. Es un no parar de salir del armario por muy reivindicativa que sea, ya me da pereza”.

Y tiene claro que a otras chicas que como ella pasan por hetero pero tienen un carácter más introvertido y menos guerrero esto puede afectarles mucho a la hora de vivir abiertamente su vida sentimental y su sexualidad.

Su novia, por ejemplo, siendo mayor que ella y lesbiana “de toda la vida”, solo se lo había contado a la familia más cercana y sus amigos cuando empezaron a salir juntas hace unos años. “En el trabajo era secreto de sumario, y es por eso mismo que te decía: cada vez que intentaba decirlo e iba hablar de su pareja asumían que era un chico, ella se cortaba y seguía con la mentira” me dice. “Este tipo de cosas cortan a la gente y alimentan a que se mantenga la poca visibilidad que ya hay”.

Conocer a otras chicas: misión imposible

Cuando no pareces lesbiana a ojos de los heteros, tampoco lo pareces a los ojos de muchas lesbianas. Alba me ha explicado que para ella salir del armario ha tenido un sabor agridulce. Después de tantos años encerrada en sí misma, ahora que al fin comparte con el mundo quién es, conocer a chicas es mucho más difícil de lo que había esperado. Y no solo porque ella no tenga “pinta de lesbiana”, sino porque como también se siente atraída por chicas femeninas, nunca tiene claro a quién puede y a quién no puede entrar.

Estela comparte esta visión, “a la hora de ligar lo tienes más difícil que otras”, pero tiene una visión bastante optimista con las nuevas generaciones, “en las chicas más jóvenes se nota que el tema de los estereotipos los tienen mucho menos marcados que nosotras”, me comenta.

“Los tíos no se toman en serio que seas lesbiana, pero muchas lesbianas tampoco”

Cuando le pregunto a Aroa si las chicas femeninas también sufren discriminación dentro de la comunidad lésbica, no lo duda un instante: “En el colectivo de lesbianas hay mucho estereotipo, siempre se pensaban que yo era la amiga hetero que iba a acompañar a mi amiga lesbiana y me entraban pero intentando ‘cruzarme de acera’ porque les daba morbillo”.

Estela me confirma que los clichés más básicos se repiten también dentro del colectivo: “Lo de eres bollera y no lo pareces lo he escuchado de lesbianas también y, que asuman que si eres una lesbiana femenina estás buscando una masculina también, y que te pregunten quién es el tío de la relación”.

Incluso el machismo más rancio puede estar presente. Aroa vivió una relación muy traumática de este tipo. “Yo tuve una pareja masculina — no quiero decir que todas las lesbianas masculinas sean así, tengo muchas amigas que son masculinas y no son asi para nada — pero con esta mujer tuve la peor relación de mi vida. Era super machista, ella adoptaba el rol de marido machista, me controlaba la ropa, se ponía celosa de los hombres, me acusaba de tontear con otros solo por hablar con hombres… era muy “caballerosa”, se creía un Christian Grey.

La culpabilizaba por ser femenina: “Me decía que no me pintara los labios ni las uñas porque eso era de puta, que no me tocara el pelo así como hablaba, que modulase mi expresión corporal porque mandaba señales demasiado sensuales… era como estar con un chico machista”.

¿Dónde están los referentes?

Aroa empezó a darse cuenta de que le gustaban las mujeres a los 12, cuando llegó al instituto, “Cuando veía películas, en las que me fijaba era en ellas, no en el tío guapo”, me explica. Ninguna de esas chicas, por supuesto, era lesbiana nunca.

Ella estuvo con chicos durante aquella etapa porque “bueno, es lo que haces”. Al fin y al cabo, si no hay ningún referente en ninguna parte que en el que te puedas reflejar, a veces es imposible llegar incluso a entender qué te está pasando. “Yo sentía que me faltaba algo, yo no llegaba a sentir esas cosas que me contaban mis amigas que sentían por sus novios, encima en los primeros amores que son tan apasionados y se siente todo tanto. El sexo lo llevaba fatal… en la vida se me ocurría a mí dormir abrazada a mi novio, eso me parecía una asquerosidad”, me cuenta riéndose.

Para hacer la cosa más compleja, los pocos referentes de mujeres lesbianas que hay entre el famoseo internacional y patrio no suelen serlo porque ellas han decidido abrirse al respecto, sino porque los cotilleos que la prensa rosa alimenta al respecto. “Si tengo un referente quiero que sea porque ha decidido salir ella misma, no porque la hayan sacado del armario a patadas”, me dice Estela. “El tema del outing (sacar a alguien del armario a la fuerza) lo condeno muchisimo”.

Parece que al final la responsabilidad de ser referentes sociales y visibilizarse recae en ellas mismas, “Es verdad que aunque me agobia y estoy cansada porque mi trabajo no es ir abriendo los ojos a nadie” me dice Aroa. “Pero hay mucha gente que al conocerme y ver como yo hablo sin tapujos de que esto es una relación como otra cualquiera a nivel sentimental, cuando surge una crisis de pareja… por fin acaban viéndolo como algo natural, y muchas compañeras con las que ahora tengo una amistad me dicen: ‘Ahora, cuando alguien me dice que tiene pareja ya pienso directamente que puede ser un chico o una chica”.

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