PlayGround utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de navegación. Si sigues navegando entendemos que aceptas nuestra política de cookies.

C
left
left
Opinion Arma arrojadiza, espejo y memoria: la guerra cultural tras Federico García Lorca Lit

Arma arrojadiza, espejo y memoria: la guerra cultural tras Federico García Lorca

Opinión

H

Imagen: Arte PG
 

Arma arrojadiza, espejo y memoria: la guerra cultural tras Federico García Lorca

5'

390

2.000

share on

/OPINIÓN/ “En el 120 aniversario del nacimiento del poeta, su nombre sigue siendo un símbolo en disputa, un espejo en el que reflejarnos. Por ello la efeméride no es sólo una fecha, sino la última batalla de una guerra cultural todavía en marcha”

El 7 de enero se publicaba una extraña noticia: la casa de García Lorca en Granada estaba cerrada por obras desde septiembre. El motivo del cierre era la realización de trabajos de conservación preventiva sobre la carpintería del exterior del edificio. Félix Población, en El Salto, contaba que ni en la nota informativa ni en la web se explicitaba cuándo acabarían las obras. "Sería deseable que el Ayuntamiento de Granada, institución de la que depende la casa-museo, aclare cuándo van a terminar esos trabajos, máxime si —como parece— son para largo".

La visible preocupación del autor iba más allá de la decepción del visitante al que se le han torcido los planes. Aunque hablaba sólo en nombre del turista insatisfecho, el texto parecía bañado en una sospecha más profunda, como si lo más importante se estuviera contando entre líneas. ¿Qué estaba pasando? ¿Alguien estaba obstaculizando voluntariamente la difusión de la memoria de Lorca? ¿Una nueva afrenta institucional? ¿Corrupción? ¿Mala gestión?

Nada de esto. Lo cierto es que el 3 de abril la casa Huerta de San Vicente reabría las puertas con una nueva exposición y una batería de actividades. Efectivamente, las obras se habían alargado bastante por culpa de las lluvias, que durante semanas retrasaron el trabajo de pintura en el exterior del edifico, pero era una restauración necesaria: habían aparecido grietas, humedades y la temperatura de la casa era horrible tanto en invierno como en verano —hasta el punto que un trabajador llegó a desvanecerse por culpa del calor—. Entonces, ¿por qué tanta suspicacia, la suya y la nuestra?

Ideológicamente, se ha dicho que García Lorca representa la hostilidad consciente e inconsciente de una España dividida y enfrentada, "la herida abierta" que no ha llegado a cauterizar nunca.

Basta con poner la noticia en contexto para empezar a entender el porqué de las sospechas. Sólo en el último año, las noticias sobre Federico García Lorca —y sobre lo que su figura representa— se han sucedido constantemente. Por citar algunas: la polémica desatada cuando Andrea Levy le rindió homenaje como representante de un partido que bloquea la recuperación de los restos de las víctimas del franquismo; la estafa millonaria en la Fundación García Lorca; la esvástica pintada en la frente de la estatua del poeta; el lanzamiento del disco de Miguel Poveda, Enlorquecido; la publicación de nuevas hipótesis sobre el posible paradero de los restos del poeta; las consiguientes polémicas entre investigadores por la legalidad de las excavaciones para recuperar sus restos; los últimos debates musicales sobre gitanismo y apropiación cultural, que han puesto el nombre de Lorca en el centro; y, por supuesto, las noticias estrictamente literarias, como traducciones y reediciones, entre las que destaca la edición actualizada, revisada y ampliada de El asesinato de Federico García Lorca, de Ian Gibson.

Del vandalismo a la música mainstream, del mundo editorial a la comunicación política, en el 120 aniversario de su nacimiento, el nombre de Lorca sigue siendo un símbolo en disputa. La imposibilidad de cerrar su historia ha teñido la profundidad política de su obra con otra retórica superficial, pero mucho más vistosa y estridente, facilitando así que su legado poético se utilizase como arma arrojadiza. De ahí que nos indignemos cuando alguien maltrata el nombre del poeta, mancilla su estatua, nos cierra temporalmente la casa-museo en la que escribió obras como Bodas de sangre o no la restaura lo bastante bien: como señalan un experto, aunque se usó carpintería de perfil europeo y una pintura verde del mismo color que la original, parece que "la nueva carpintería de la Huerta de San Vicente es práctica, pero no parece la casa de Federico".

No hay nada ridículo en esta desconfianza fetichista. Es porque Lorca todavía nos duele que la restauración de su casa pasa a ser una cuestión de memoria y dignidad.

No hay nada ridículo en esta desconfianza fetichista. Es porque Lorca todavía nos duele que la restauración de su casa pasa a ser una cuestión de memoria y dignidad: incluso nos enerva la poca autenticidad de los cristales dobles que protegen térmicamente la Huerta de San Vicente. Es porque Lorca todavía nos duele —y mucho— que la efeméride de hoy no puede ser sólo una fecha, una foto y una cita en Instagram, sino una batalla más de la guerra cultural en marcha.

Ideológicamente, se ha dicho que García Lorca representa la hostilidad consciente e inconsciente de una España dividida y enfrentada, "la herida abierta" que no ha llegado a cauterizar nunca. Pero como escribió él mismo en Cielo bajo, "lo real / es el reflejo. / No hay más que un corazón / y un sólo viento". Y es fácil ver esta división como la reverberación persistente de la disputa por lo real, un juego de espejos en el que el legado de Lorca multiplica su propio espectro. El reflejo, la luz, la réplica, las variaciones, el cristal, la sombra, los ojos. Son imágenes que el poeta utilizó en su Suite de los espejos para hablar de la duplicidad íntima del mundo, del juego infinito de perspectivas que entraña toda mirada: "¿Quién me refleja pensamientos? / ¿quién me presta / esta pasión / sin raíces? / ¿Por qué cambia mi traje / de colores? / ¡Todo es encrucijada!".

Reducir la complejidad del presente —y al propio Lorca— a una imagen plana y unívoca no sólo sería injusto, sino también equivocado. ¿Su rostro se difumina en opiniones, debates, canciones y polémicas absurdas? Tanto mejor. Al menos para alguien que supo ser infiel a sí mismo, reflejo de sí mismo, uno y muchos al mismo tiempo. "Me veo por los ocasos, / y un hormiguero de gente / anda por mi corazón".

Que sigan andando, entonces. Por su casa y por su corazón.



share