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Opinion Reírse de Trump leyendo 'Fire and Fury' es lo que habría hecho Trump Lit

Reírse de Trump leyendo 'Fire and Fury' es lo que habría hecho Trump

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Reírse de Trump leyendo 'Fire and Fury' es lo que habría hecho Trump

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/OPINIÓN/ Con su intervención en un sketch en la gala de los Grammy, Hillary Clinton ha demostrado lo que muchos analistas políticos se temían: que la oposición a Trump se ha vuelto tan infantil y estéril como el propio Presidente

Tras la victoria de Donald Trump y las subsiguientes polémicas sobre sus relaciones con Rusia, se produjo el boom editorial. Por un lado, estaban los libros dedicados a comprender quién era Donald Trump, cómo había podido ganar y qué podíamos esperar de su mandato. Por otro, estaba el fenómeno mucho más suculento de los tell-all books. Es decir, libros escritos por alguien que ha estado en el poder o que ha colaborado estrechamente con figuras relevantes. Libros que amenazan con desnudar las intimidades, con reventar los discursos hipócritas y poner contra las cuerdas la imagen pública de quien recibe el dardo.

La traumática elección generó un tsunami de publicaciones que desafiaban al Presidente, pero solo Fire and Fury —el libro escrito por Michael Wolff a la sobra de Steve Bannon— ha conseguido atraer la atención del público. Anunciado como una cápsula de información potencialmente letal, fue lanzado al mercado antes de tiempo y se convirtió en un bestseller instantáneo. Algunas librerías se quedaron sin existencias en menos de 20 minutos.

Sin embargo, lejos de ser el tell-all que se había anunciado, Fire and Fury es un libro-espectáculo de dudosa calidad periodística que se dedica a cuestionar la estabilidad mental del presidente y a ridiculizar su figura, destapando escabrosos detalles de su intimidad familiar. Es apasionante y grotesco, pero cada vez parece más claro que no tiene valor político alguno.

David Brooks, editor de The New Work Times, afirmaba en una interesante columna que el libro de Wolf nos confronta con el declive del antitrumpismo: la oposición a Trump es tan esteril e infantil como él mismo. Descalificaciones pueriles, peleas ridículas y enormes dosis de amarillismo. En vez de atacar las políticas que se están desarrollando, señalar las promesas electorales incumplidas o intentar ganarse de nuevo el electorado desafecto con el establishment, encarnado por Hillary Clinton, la oposición política y mediática le ha hecho el trabajo sucio al Presidente, montándole un circo antipolítico que simplemente reafirma el marco mental populista que le llevó ante la clase: el pueblo contra el parlamento.

"Posiblemente", afirmaba Rafa Martí sobre Fire and Fury, "no aporte mucho más a la política estadounidense que lo que aporta Saturday Night Live: un buen rato de entretenimiento". No era una comparación vacía. Endeavor Content ya ha comprado los derechos del libro y ha anunciado que emitirá una serie de televisión.

Aunque no se hiciera explícito, este era el trasfondo de uno de los gags que marcaron la gala de los Grammy, celebrada el pasado domingo. James Corden, presentador de la gala, introdujo un vídeo que anunció como un cásting para grabar una lectura de Fire and Fury. Entre las estrellas que aparecían en el shetch —John Legend, Cher, Noop Doog o Cardi B—, destacaba Hillary Clinton, que leyó el pasaje en el que se narra como el magnate republicano come comida basura, y la razón por la que lo hace: el miedo a ser envenenado.

Espectáculo, humor y una gran puesta en escena. Hillary, que era la última en leer, se tapaba la cara con el libro. Unos segundos después, descubría su identidad para goce del público, y la platea estallaba de emoción. Todo el mundo podía reírse libremente de ese hombretón ridículo, deshecho y miedoso que comía hamburguesas en la cama. Entre risas, propias y ajenas, confirmaban a Hillary Clinton que ganaría el premio por su interpretación, que ya estaba hecha, que había sido un gran show. Trump estaba al límite de la enajenación y su familia rota. Más carcajadas.

Dejando a un lado el clasismo implícito en el gesto, así como la falta de tacto que supone reírse de alguien a quien estás acusando de sufrir una enfermedad mental, la actuación de Hillary confirmó trágicamente que la oposición a Trump se abandonado al showbusiness, a la descalificación, al morbo.

Steve Bannon llevó a Trump hasta el Despacho Oval y ahora parece que los demócratas han decidido dejarse guiar, oficiosamente, por este animal mediático. Una decisión que, independientemente de su resultado, incluso si con ello consiguen destituir a Trump o derrotarle en las próximas elecciones, es seguro una mala idea.

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