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La mejor película de Ingmar Bergman es un poema

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El director sueco escribió un texto lírico y extraño que no se ajustaba a las reglas del guión cinematográfico: ese texto sería 'Persona'

Eudald Espluga

23 Abril 2018 10:50

"Me imagino la película transparente rodando a toda velocidad por el proyector. Limpia de signos y de imágenes fotográficas, le arrancará a la pantalla el reflejo de una luz parpadeante. De los altavoces se oirá sólo el rumor de los amplificadores y el débil crujido del tránsito de las partículas de polvo por el tocadiscos".

Esta fantasía entre cinematográfica y onírica es la primera escena que Ingmar Bergman imaginó para la nueva película que quería dirigir: Persona. Son literalmente las primeras palabras del guión, las primeras que escribió en 1965 después de haber pasado mucho tiempo convaleciente en un hospital por culpa de una neumonía.

(Fotograma de 'Persona', Ingmar Bergman))

La enfermedad le había hecho sentir que su existencia estaba amenazada. La muerte era una presencia cercana, casi física, y la angustia se había trasladado a su obra. "Pensaba que no podría crear nada más en mi vida. Estaba completamente vacío". Fue entonces cuando tuvo una suerte de epifanía mística que terminaría siendo la génesis de Persona. Gracias a una fotografía, descubrió el parecido asombroso entre dos actrices, Bibi Andersson y Liv Ullman, e imaginó "la historia de una persona que le habla a otra que no dice nada. Después comparan sus manos, y finalmente se hunden en un abrazo".

De esta idea confusa e insegura nació un guión todavía más confuso e inseguro, que está escrito como un poema narrativo en 25 actos, pero que el propio Bergman definió como el tema de una melodía que podría ir instrumentando a lo largo de la grabación. El guión no cumple con los requerimientos técnicos del género: no hay abreviaturas, no se especifica el lugar y la hora del día, no se describe detalladamente el movimiento de los personajes, los diálogos llevan acotaciones.

Lo que encontramos, en cambio, es una descripción lírica e inquietante de los fantasmas que rodearon al director. Las impresiones que anota son borrosas e incoherentes, y por momentos no sabemos si escribe un diario, habla de la película o de lo que tiene que pasar en ella. "En medio de esa blanquísima blancura, aparecen los contornos de una nube..., no, de un espejo de agua..., no, era una nube..., no, un árbol de inmensa copa..., no, un paisaje lunar."

(Fotograma de 'Persona')

De esta desorientación vital y estética nacerá una historia aparentemente simple: Alma, una joven enfermera, tendrá que cuidar de la señora Volger, una actriz que ha perdido el habla. Pero lo sencillo de la trama contrastará con la densidad filosófica de las ideas de Bergman, que convertirán Persona en una cinta de culto cuyo significado permanece todavía hoy inextricable.

"Son muchos los puntos en los que no me siento seguro", confesba el director, hablando de la narración que inspiró la película. "Y de un pasaje, como mínimo, no sé nada en absoluto".

En este extraño guión, que la editorial Nórdica publica ahora en castellano, no hay respuestas a las preguntas que abrió la película. No sólo no coincide con el metraje de la película —es otra versión de Persona, más íntima y más ambigua—, sino que además rompe con las interpretaciones estáticas que se habían hecho de la película. ¿Es una reflexión sobre la identidad? ¿Un ensayo metanarrativo sobre el arte de crear? ¿Un poema romántico sobre la imposibilidad de fundirse con el otro?

"La cinta carraspea apremiante en el proyector. Va a una velocidad considerable. Veinticuatro fotogramas por segundo, veintisiete largos metros por minuto. las sombras se deslizan por la pared blanca. Desde luego que es magia; pero una magia de una sobriedad y una crueldad insólitas".


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