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Si no crees en el amor, lee esto

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Imagen: Duncan Shaffer
 

La periodista Bárbara Arena ha escrito un poema que desafía nuestras contradicciones más íntimas: ¿por qué deseamos ser aquello que despreciamos?

E.E.C.

30 Mayo 2018 14:51

Todavía no he decidido si el poema que ha escrito Bárbara Arena es triste o muy triste. Es nostálgico hasta hacerse sangre, un hurgarse en lo que podría haber sido y no fue. O todavía peor: es manosear el deseo tozudo de una vida ideal —que nunca fue realmente una opción y que ahora creemos despreciar—, pero que, sin embargo, seguimos anhelando.

El poema de Bárbara Arena es la rabia que me asalta cada vez que veo la pulcritud natural de los niños de cole de pago: su pelaje perfecto, incluso cuando están despeinados. Es el verlos y sentir que su encaje con el mundo es tan evidente y cómodo que puedo avanzar su futura biografía en ese: todo les irá demasiado bien, incluso cuando les vaya mal. El poema de Bárbara Arena da cuerpo a mi disonancia cognitiva: el que esos morreos, bailes y casamientos prematuros me resulten todavía hoy deseables. Y lo que es peor: me recuerda que cada mañana pongo en entredicho mi odio de clase. Cada mañana.

No he decidido si el poema es triste o muy triste porque ni tan sólo sé si lo estoy leyendo bien. ¿Pueden nuestras contradicciones ser bellas? ¿Son menos contradictorias por ser bellas? ¿Hay algo moralmente deleznable en embellecer aquello lo que nos daña?

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