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Lit
La poeta Natalia Litvinova publica su nuevo libro de poemas, 'Cesto de trenzas' en La Bella Varsovia. Adelantamos 5 textos hermosos
16 Febrero 2018 14:54
Creo que era 2010. Ernesto vino a casa y me dijo que había leído el blog de una poeta muy joven y muy potente. “Se parece a Pizarnik”, creo que me dijo. “Te gustará”.
Efectivamente, aquella voz que encontré en una web blanquísima me recordaba a la poeta suicida que todas mis amigas y yo leíamos a los diecinueve para sentirnos menos raras y menos solas. Pero no me recordaba a ella porque fuera argentina. Ni porque fuera mujer. Ni porque a veces hablara de cosas tristes. Me recordaba a la autora de La extracción de la piedra de la locura por esa concisión y esa ternura que a veces terminaba estallando en versos crujientes. En cuchillas afiladas. En aullidos imposibles.
No iba desencaminada esa metáfora. El primer libro de Litvinova se llamó Esteparia y recuerdo haberlo recibido en casa después de un intercambio de emails alegre en el que declaré mi amor a la poeta y en el que aprendí que ella no era una autora joven como las otras que conocía, sino más bien una autora eterna y universal en el cuerpo de una veinteañera.
Desde aquel otoño de 2010 en el que intercambiamos inquietudes han pasado demasiadas cosas con el nombre de Litvinova. Sus libros, decenas de ellos, se publicaron alrededor del mundo y de los idiomas. Llevaron a la poeta a posar con el pelo al viento para el objetivo de Daniel Mordzinski. La acunaron en festivales de América Latina y España, publicó y fue publicada, tradujo y fue traducida, creó una comunidad de lectores de esas que se mueven en secreto y pero que consumen vorazmente sus versos a veces prologados por Andrés Neuman, otras veces reseñados por las mejores y los mejores críticos de cada país, otras veces ilustrados, reproducidos, tatuados, voceados, cantados, por quienes cayeron rendidos a los pies de una escritura que se caracteriza por el frío y por la pasión. Por la memoria y por la familia. Por la belleza más dura.
¿Y ahora?
Y ahora: Natalia Litvinova, casi una década después de que su primer libro saliera a la luz, publica en La Bella Varsovia su último y más ambicioso trabajo, Cesto de trenzas. Un poemario que es casi la consecuencia de dos viajes: el de la autora a su memoria familiar, y el de la autora a los países frescos del este de Europa, donde imagina una vida que no fue y donde evoca todo lo que la vida no puede curar, pero la literatura sí puede homenajear.
Cesto de trenzas sigue teniendo un estilo breve y crujiente. Con una portada hermosa hecha con una instantánea de la también poeta María Sánchez, La Bella Varsovia nos cede unos poemas a modo de adelanto. Como me anunció Ernesto allá por 2010, yo os lo digo: Os gustarán.
Cada día
junto decenas
de abejas
que recorrieron
los muslos de mi caballo:
punzaron su pelaje
con el aguijón
y murieron.
Ninguna le advirtió a la colmena
que la belleza
de mi amuleto
es mortal.
Crece en mi jardín
una sola rosa negra
entre rojas y amarillas,
nadie se le acerca.
Muere de lluvia o de sol,
ahogada en su perfume.
Pero renace más oscura,
indemne en su poder
de no haber sido cortada.
Si me abofetean
pongo la otra mejilla.
Experimento
la irrigación de la sangre
y la exaltación de la piel,
un dolor antiguo
actúa en el organismo.
No cesa
el estado de alerta,
listo el cuerpo para recibir
el impacto.
No temo
a los animales,
a la noche,
al crujido
en el estómago.
Los cerdos roen
los cimientos,
remueven sobras
y ruinas con sus hocicos,
comen lo que encuentran,
indiferentes al sabor.
Nosotros en cambio
nos acostumbramos
al hambre.
Estoy sentada
sobre las raíces
del abeto
y una serpiente
desciende por mi pecho.
Permanece allí, inmóvil y fría,
su corazón se agita
y el mío también.
Con la uña
levanto las escamas
para conocer su piel.
Ella ataca solo a los que huyen.
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