5 meses después, Brasil sigue sin respuestas sobre el aquella noche y Amnistía Internacional pide al país esclarecer el caso antes de las elecciones
Cinco meses han pasado desde el asesinato de Marielle Franco y si tenemos que hablar de novedades en la investigación tenemos que hablar de oscuridad.
La que ha reconocido el propio estado brasileño ahora. Ha sido el mismísimo ministro de Seguridad Pública, Raul Jungmann, quien ha reconocido a GloboNews lo que era un secreto a voces desde marzo: que "el asesinato de Marielle implica a agentes del Estado y a órganos de representación política". Y que esa es una de las razones que dificultan la investigación.
Jungmann también ha dicho que ha ofrecido la colaboración de la policía federal, aunque la civil de Río de Janeiro, la ciudad donde mataron a Marielle, se ha negado. "Estamos fuera del caso", ha dicho el ministro en referencia a la administración estatal.
Cinco meses después, ni el país ni la familia -la madre incluso se ha reunido con el Papa Francisco- y amigos de Franco han obtenido justicia hasta ahora. La investigación, además de oscura, es doble, puesto que por un lado apunta a las milicias paramilitares que campan con impunidad por las favelas -hipótesis apuntalada por la detención de dos personas, un policía militar y un exbombero, que actúan en este marco ilegal- y por otro, denunciado desde el mismo partido político del que era concejala Franco, a un grupo de políticos presuntamente enemistados con la mujer.
Amnistía Internacional ha pedido al estado brasileño que esclarezca el caso antes de las elecciones del 7 de octubre.
"Es grave que se inicie un proceso electoral sin que se descubra quiénes son los responsables del asesinato de una concejala en pleno ejercicio de su mandato y cuáles fueron las motivaciones", ha señalado la organización en Brasil, que se pregunta además que si esto ha ocurrido con una mujer -negra, activista, feminista, lesbiana y criada en las favelas, recordemos- con una visibilidad social debida a su rol de edil en Río, mucho peor puede ser el escenario para otros defensores de los Derechos Humanos.
Marielle tenía solo 38 años y quien era cercano a ella quiere no solo honrar su memoria sino que su muerte tenga una potencia política en Brasil. De ahí uno de los lemas más gritados desde aquella oscura noche del 14 de marzo: luto é luta. El luto es, también, lucha.