Solo una docena de países recopila datos, pero el escándalo es de proporciones bíblicas
La cifra estimada por la organización Ending Clergy Abuse (ECA) es escandalosa. De acuerdo a sus cálculos basados en casos probados de todo el mundo, existen unas 100.000 personas que han sido víctimas de algún tipo de abuso sexual por parte de un miembro de la iglesia católica.
Uno de los portavoces de ECA, Miguel Ángel Hurtado -superviviente también de abuso en Barcelona cuando tenía 16 años- lamenta en eldiario.es la falta de transparencia de la iglesia católica.
Solo el Vaticano refleja ya unas 600 denuncias internas cada año. Y solo una docena de países recopilan datos sobre estos hechos. Uno de ellos es Estados Unidos, donde los obispos sí almacenan datos desde el caso Spotlight de 2002, una investigación que dejó al descubierto miles de abusos. 18.000 casos se han probado en el país que ha vivido hace solo dos semanas una nueva ola de clamor popular tras el último caso destapado en Pensilvania. Un caso que incluso ha provocado que incluso el Papa Francisco escribiera una carta usando las palabras "vergüenza" y "arrepentimiento". Un informe del gran jurado de ese estado norteamericano acusaba a 300 sacerdotes de abusar de más de 1.000 víctimas silenciadas durante siete décadas.
Otros países que disponen de datos son Australia, donde existen 4.447 víctimas de abusos, Canadá, con entre 10.000 y 12.000 personas indemnizadas -e internamiento forzoso de cientos de miles de indígenas-, Bélgica con más de mil, Alemania con 927 o Austria con 837.
También la República de Irlanda almacena los datos. Hace unos años (en 2009), se publicó el informe de la comisión Ryan. El veredicto de la investigación, que duró una década, fue claro: más de 25.000 menores habían sido abusados por alrededor de 400 religiosos entre los años 1914 y 2000.
Reflejo de la desafección religiosa que vive el país -de tradición católica- fue la desangelada última visita del sumo pontífice al país, cuyas calles estaban semidesiertas para recibirle si lo comparamos con la llegada de Juan Pablo II hace cuatro décadas. Para ECA, según refleja eldiario.es, el viaje también ha sido una oportunidad perdida por el Papa para presentar un plan de choque contra esta lacra, el paso real de las palabras a los hechos por parte de la jerarquía católica.