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Así es tu vida cuando llevas más de 60 días encerrado en un aeropuerto sin poder salir

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Desde el 7 de marzo, Hassan Al Kontar se asea en un baño del aeropuerto de Kuala Lumpur, duerme en una silla y pasa el resto de horas deambulando por los pasillos, viendo a la gente ir y venir, subirse y bajarse de aviones que él no puede coger por una sola razón: su nacionalidad siria

silvia laboreo

10 Mayo 2018 18:10

Hassan Al Kontar lleva 63 días encerrado en la zona de tránsito del aeropuerto internacional de Kuala Lumpur, Malasia. Desde el 7 de marzo, Hassan se asea en el baño de la terminal, duerme en una silla y pasa el resto de horas deambulando por los pasillos del principal aeropuerto del país, viendo a la gente ir y venir, subirse y bajarse de aviones que él no puede coger por una sola razón: una nacionalidad "maldita" desde hace 7 años.

“Yo vivía en los Emiratos Árabes Unidos desde 2006”, comienza a explicar Hassan. “Trabajaba en una compañía de seguros, era el encargado de marketing de 3 campañas diferentes y me fue muy bien hasta 2011”, añade. Ese año comenzó la guerra en Siria. Y el precio para librarse del servicio militar empezó a ser demasiado alto.

“El servicio militar es obligatorio en Siria desde los 18 años, pero si estás estudiando o viajando fuera del país, puedes retrasarlo año tras año”, explica Hassan. Cada año tenía que realizar la misma gestión y pagar la tasa correspondiente para mandar un documento desde la embajada siria en Emiratos Árabes al cuartel de su ciudad y evitar así su reclutamiento para el servicio. “Cuando empezó la guerra, el precio subió de 3.500 a 8.000 dólares, yo no tenía ese dinero y no pude enviar el documento”, recuerda.

Hassan Al Kontar lleva 63 días “encerrado” contra su voluntad en la zona de tránsito del aeropuerto internacional de Kuala Lumpur, Malasia.

A partir de ahí, todo fue a peor. En 2012 Hassan no pudo renovar el pasaporte porque le estaban buscando en Siria. “No se renovó mi visado de trabajo, mi compañía me despidió y continué como ilegal hasta 2017, cuando las autoridades del país me pillaron y me deportaron a Malasia”, explica.

Malasia es uno de los países que permite conceder un visado directo a ciudadanos sirios. Allí obtuvo una visa de 90 días que no le permitía trabajar y que acabó agotando. Hassan decidió entonces poner rumbo a Ecuador, otro de los países donde los ciudadanos sirios lo tienen un poco más fácil para obtener el estatus de refugiado. No llegó a embarcar. “En el último momento me cancelaron el billete y perdí todo mi dinero. Intenté volar entonces a Camboya pero en la frontera me hicieron volver atrás en el mismo avión”, relata Hassan.

Ahí fue cuando comenzó “una rutina” que dura ya más de 2 meses. A Hassan nadie le deja abordar un avión. En esos 60 días en los que millones de personas en todo el mundo han conseguido trabajos, se han enamorado y desenamorado de alguien, han empezado proyectos, tenido una cita o han disfrutado algo tan simple como una cerveza al sol, Hassan ha permanecido preso en su particular cárcel aeroportuaria, rodeado de colonias Chanel y botellas de whisky libres de impuestos. “No tengo acceso a bares y restaurantes, así que le doy dinero a la gente y ellos me traen la comida. Las aerolíneas me dan 3 comidas al día pero llevo comiendo arroz y pollo durante los últimos 60 días”, se lamenta.

Hassan en el aeropuerto de Kuala Lumpur

Se refugia en el móvil, su contacto con el mundo exterior. “Si me lo quitaran, esto sería una prisión”, explica. Para él, eso es lo único que diferencia su estancia forzosa en el aeropuerto de una cárcel: hablar con sus amigos, familiares y medios a través de su smartphone y explicar su día a día en Twitter.

Los vídeos que cuelga, los tuits y los hashtags #airport_is_my_home y ‎‎#syrian_stuck_at_airport le han dado también algo inesperado: una fama no deseada. “Esto es como una ciudad. He conocido a un actor, a un cantante, a un jugador de baloncesto. Una vez una mujer se puso a saltar, le parecía fantástico, me dijo que era genial. La calmé e intenté explicarle que no era tan genial, que estaba atrapado aquí, ella podía salir y disfrutar pero yo me quedaba aquí. Entonces ella me preguntó si podía hacerse un selfie conmigo”, recuerda Hassan. “La gente viene, me tratan como si fuera famoso y luego salen de aquí. Ellos están en libertad y yo aquí atrapado. No quiero ser famoso si eso supone vivir en una silla”, afirma.

Le pregunto a Hassan cuál es su mayor miedo tras los más de 60 días que llevaba encerrado allí. “Fracasar, que me deporten a Siria”, explica. Y no solo por la posibilidad de ser reclutado, sino porque volver allí supondría fallar a su familia.

Hassan no ha vuelto a Suwayda, su ciudad natal, desde 2008. En 10 años, ha vivido en la distancia el fallecimiento de su padre y el inicio de una guerra que ha afectado a su madre, a sus hermanos y compatriotas. “El caso de los sirios no es político, es humanitario”, se queja Hassan en referencia a un conflicto que en 7 años ha dejado más de 500.000 bajas y 5,6 millones de desplazados.

“Nadie tiene la voluntad, desde ninguna de las partes, de acabar el conflicto, porque hay un mercado, obtienen dinero… y nosotros, la pobre gente, solo pagamos el precio. Las madres lloran a sus niños, que deberían estar en el colegio y jugando, y están muriendo. Las mujeres están enterrando a sus maridos y los hombres forzados a entrar en el ejército”.

Hassan

Por el momento, el destino de Hassan está en manos del Gobierno canadiense. Una organización de mujeres, Canada Caring, contactó con él para ayudarle con el visado y ahora este ciudadano sirio se encuentra a la espera de respuesta por parte del ministerio de inmigración.

“No sé si me rechazarán o aceptarán la visa”, dice Hassan. “También hay una campaña en marcha para que el ministro de inmigración canadiense, Ahmed Hussen, me conceda un permiso de residencia temporal que me permitiría volar a Canadá y tramitar mi permiso desde dentro del país”, añade. Y mientras eso pasa, este hombre seguirá atascado en los pasillos sin alma de un aeropuerto en un país extranjero, viendo como todos los días miles de personas logran algo que el no puede: escapar de allí.

Si quieres ayudar a Hassan puedes mandar un email al ministro de inmigración canadiense, Ahmed Hussen, a esta dirección "ahmed.hussen@parl.gc.ca" y decirle que muestras tu apoyo para que le concedan un permiso de residencia temporal en Canadá.

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