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Artículo "Josu asesinado", el otro 20N Now

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"Josu asesinado", el otro 20N

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Misma fecha pero más violenta e incómoda que la de Franco: cómo otro 20N marcó durante años nuestra política

Ignacio Pato

20 Noviembre 2018 13:39

El relato mainstream del 20N es conocido. El dictador murió en la cama, hace ya mucho, y solo nostálgicos irrecuperables y jóvenes desinformados pueden dedicarse a defender en serio que el Valle de los Caídos no sea demolido para construir en su lugar un aquapark.

La fecha -junto al 18 de julio y 12 de octubre, una de las tres más políticas de nuestro calendario, todas con el mismo signo- ha sido vaciada de contenido en dos direcciones. Un vector tira de ella hacia el folclore pop: risas si la Virgen del Pilar luce en Zaragoza un manto de Falange en pleno 2018. Superioridad moral: cómo son estos fachas.

Otra idea, complementaria en modo pinza de la primera, presenta el 20N como un anacronismo al que no hay que dar mayor importancia. Residuales: cosas de fachas.

Puede que hoy parezcan lejanas las cacerías de finales de los ochenta y noventa, o que a la Generación Z Bases Autónomas -a quien Aznar les parecía una "virgen bigotuda en el burdel de los partidos"- le suene a colectivo de freelances. O que ya no diga nada que casi a la vez que comíamos con El príncipe de Bel Air alguien pintase Lucrecia jódete el 20 de noviembre siguiente a su asesinato.

Que el relato oficial haya olvidado a Santi Brouard, pediatra, exteniente de alcalde de Bilbao y dirigente de la izquierda abertzale, asesinado por los GAL en su consulta un 20 de noviembre.

O a Josu Muguruza, acribillado a tiros justo cinco años después, en 1989.

¿Puede que ese 20N haya pesado más, haya tenido más recorrido que el de Franco en las vidas de los que vivieron los noventa y en adelante?

El asesinato de Josu Muguruza es el atentado de extrema derecha más grave de las tres últimas décadas en territorio español. No solo por el nivel de la víctima, un diputado del Congreso a punto de tomar posesión de su acta. Un diputado de Herri Batasuna, que habia decidido ir por primera vez como partido a la sesión constitutiva y que encaraba la legislatura, la tercera de González, como la de la negociación definitiva. De fondo, la intención de retomar las conversaciones de Argel entre ETA y el gobierno abortadas solo unos meses atrás.

Todo quedó definitivamente roto -para visos reales de paz habría que avanzar hasta la tregua de 1998, atravesando toda una década de durísima y traumática violencia- la noche de aquel lunes en el que Muguruza y sus compañeros cenaban, ya tarde, casi como un mero acto alimenticio más que de placer, en el hotel en el que se alojaban. Dos pistoleros encapuchados dispararon contra él, matándolo, y contra Iñaki Esnaola, hiriéndolo gravemente. De entre diez comensales, objetivos elegidos: con Muguruza, Esnaola compartía ser uno de los principales valedores de la salida negociada dentro de su partido.

Se suponía que lo importante no era aquella cena, que lo importante iba a pasar al día siguiente. HB entrando de verdad en el Congreso. Aun jurando el cargo por imperativo legal, entrando de lleno al juego de pasillos, debates, cafés. La diferencia entre esas formalidades y lo que de verdad pasó fue abismal.

Entierro Muguruza

A medida que las noticias iban llegando con cuentagotas y por teléfono fijo a Euskadi, el ambiente se inflamaba. La compañera de Muguruza, Elena Bartolomé, a punto de dar a luz a Ane, la hija de ambos, sin poder moverse de allí. Dudas sobre la supervivencia de Esnaola. Confirmación de la muerte de Muguruza.

"Josu asesinado", "PNV responsable", "PSOE=GAL", "Huelga general". En efecto, el miércoles 22 parte de Euskadi se paralizó. En Bilbao, la ciudad de Muguruza, ni siquiera entrenó el Athletic. Piquetes, barricadas, detenidos, represión, violencia. De nuevo y peor.

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