PlayGround utiliza cookies para que tengas la mejor experiencia de navegación. Si sigues navegando entendemos que aceptas nuestra política de cookies.

C
left
left
Artículo Los indios ‘sin vértigo’ que construyeron todos los rascacielos de Nueva York Now

Now

Los indios ‘sin vértigo’ que construyeron todos los rascacielos de Nueva York

H

 

Fuese por una mutación genética o por actitud, nadie se ha movido con tanta agilidad por los cielos de Manhattan.

PlayGround

19 Julio 2019 22:01

Les llamaban “águilas de la construcción” y sin ellos el skyline de Manhattan no habría sido posible.

Durante la primera mitad del siglo XX, los indios mohawks jugaron un papel esencial en la construcción de los grandes rascacielos de Nueva York gracias a su pericia en las alturas y a una legendaria falta de vértigo. Algunos atribuían esa cualidad a una mutación genética, pero es más probable que todo fuese una simple cuestión de actitud. En la Gran Manzana ninguna torre se construía sin ellos.

El origen del mito hay que buscarlo en Canadá a finales del siglo XIX. El Puente Victoria sobre el río San Lorenzo pasaba por una reserva Mohawk, por lo que la empresa constructora se vio obligada a contratar a nativos. Pronto se dieron cuenta de que poseían una agilidad por encima de la norma para moverse entre las estructuras aéreas y que, todavía más sorprendente, no parecían tener miedo a caerse de las mismas.

Este don hizo que rápidamente destacaran en la industria de la construcción, especialmente como remachadores. Cuando a principios de siglo XX empezó el auge de la construcción en Nueva York, centenares de mohawks se mudaron a la ciudad para ayudar a levantar edificios icónicos como el Rockefeller Center, el Chrysler Building o, más tarde, las Torres Gemelas. Muchos se instalaron en una zona cercana al downtown que acabaría por conocerse como Little Caughnawaga.

El trabajo que realizaban era extremadamente duro y peligroso. Ellos se encargaban del remachado, es decir, de que todo quedase fijado. Era la tarea más difícil, y algo con lo que el resto de obreros no se atrevían. Pero a pesar de exponerse más que nadie, eran los que menos bajas tenían que lamentar.

La tragedia sí les golpeó en 1907 en Quebec, cuando un tramo del puente que estaban construyendo se derrumbó y mató a 96 trabajadores. Murieron 33 mohawk. Sin embargo, cuando el New York Times publicó la noticia sobre el accidente solo mencionó a los los trabajadores estadounidenses y canadienses. De la misma manera, 200 mohawk trabajaron en el World Trade Center, pero ninguno apareció nunca en ninguna foto. Las 'águilas' eran invisibles.

Pero los mohawks no necesitaban el reconocimiento ajeno para saber que eran los mejores en lo que hacían. Se sentían orgullosos de poder llevar a cabo ese trabajo. Entraban en las obras con 16 o 17 años y se forjaban un nombre.

En la actualidad, los mohawk siguen trabajando en la industria, pero las pruebas para convertirse en obrero del acero son mucho más duras que hace cien años. Cada año se presentan miles de candidatos, pero solo las superan unos pocos. Aquellos que lo hacen se convierten en algunos de los obreros mejor pagados del país. Dinero que se hace notar en Kahnawake, dónde las casas grandes y los coches lujosos rompen con los estereotipos de alcohol y abusos vinculados a otras reservas de indios.

La pregunta que se hacen todos los que llegan a conocer su historia es siempre la misma: ¿realmente no sienten vértigo? Según el periodista y escritor Michel Moutot, autor de Las catedrales del cielo, la realidad es más prosaica: “Tenían vértigo, pero también experiencia”.

share