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Obligan a los hijos de migrantes a comer en un aula separada de sus compañeros

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Han perdido las becas comedor porque la solicitud se ha endurecido en la ciudad italiana de Lodi, gobernada por la ultraderechista Lega

Rosa Molinero Trias

23 Octubre 2018 17:07

Tú no tienes dinero, por lo tanto, no debes pertenecer a este lugar.

Eso es lo que parece decir nueva política de Sara Casanova, la alcaldesa ultraderechista de Lodi, en Lombardía, que ha puesto condiciones a las becas y ayudas: todo aquel que necesite una ayuda económica, sea para acceder a un alquiler público o para pagar el comedor o el transporte escolar, deberá presentar unos documentos conforme no se poseen propiedades, cuentas bancarias o fuentes de ingresos en el país de origen.

Así las cosas, muchas familias se han quedado sin los subsidios que permitían a sus hijos comer un plato caliente. Han tenido que reemplazar la comida del mediodía con un sándwich que traen de casa y que, en el caso de la escuela Archinti, les obligan a comerlo en un aula aparte, separados de sus compañeros.

Si bien en la mayoría de escuelas italianas está prohibido entrar en la cafetería con comida elaborada en el exterior, el caso de Lodi es especialmente doloroso, ya que los estudiantes son separados de sus compañeros por cuestiones económicas y raciales.

Los críticos con las medidas de Casanova señalan que esta es otra de las medidas antimigración que su partido, la Lega Nord, está promoviendo allí donde tiene poder.

Bajo esta medida, no importa si los niños de madres egipcias o tunecinas han nacido y han sido criados en Italia. Las familias deben conseguir un documento que acredite su falta de medios que, según los entrevistados por The New York Times, su país no emite. Es decir, que no existe el documento que les eximiría de costear el precio completo del bus, los libros y las comidas de la escuela o el alquiler de una vivienda.

“Ni somos racistas ni aquí hay apartheid”, sostenía, pese a todo, la alcaldesa, que prefirió declinar la entrevista del periódico estadounidense para comentar sobre el caso en La Verità, el periódico preferido por el gobierno italiano, donde contó que la documentación no se estaba solicitando a los refugiados de guerra.

Los afectados han conseguido visibilizar su situación en colaboración con la comunidad que ha empatizado con ellos y han conseguido recaudar 80.000 euros para financiar las necesidades escolares de 200 niños hasta diciembre.

Por su lado, en un primera entrevista, el director de la escuela, Eugenio Merli, defendió su decisión de separar a los niños. “Comer en la clase creó una separación, pero era una forma de ayudar a los padres”, dijo, señalando su preocupación de que si se enviaba a los niños a comer a casa, tal vez no volvían a clase por la tarde.

Sin embargo, se conoce que este mes se produjeron cambios: los niños ya están comiendo sus comidas traídas de casa en la cafetería, aunque en mesas separadas. “Los niños tienen derecho a estar con sus amigos, no a ser segregados. No van sólo a la escuela a aprender. También van a aprender cómo vivir juntos”, afirmaba.

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