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O trabajo sexual o nada: el apartheid laboral de las trans

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Núria Segura
 

“Pese a lo que diga el currículum, el empresario solo mirarte ya se olvida de tu experiencia o de lo que puedes aportar a la empresa y te ve de otro mundo, como si tuvieras cuatro brazos u ocho ojos”

Núria Segura Insa

05 Junio 2018 06:00

Alrededor de un 90% de las mujeres trans de Barcelona se dedican o han ejercido la prostitución pero, ¿querían? Pese que algunas han elegido este modo de vida, organizaciones LGTBI denuncian que muchas mujeres trans han optado por esta actividad porque no tienen más opciones, ya que viven un auténtico apartheid en el mundo laboral donde son discriminadas por su identidad de género.

La Asociación de Transexuales de Cataluña Libertad (ATC) publicaba recientemente en su web que el paro en este colectivo ronda al 85%. Aun así, su presidenta, Gina Serra, alerta que es una cifra que se maneja a nivel mundial, pero que no se puede ni confirmar ni desmentir, ya que no existe un censo del colectivo. Ahora bien, reconoce que la discriminación laboral es su pan de cada día.

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Dentro de las actividades reguladas, destaca Serra, las trans trabajan sobre todo para la administración, mientras que en el sector privado apenas tienen presencia. “Las empresas no nos aceptan”, resalta.

Ella lo conoce muy bien. Aunque ahora es una de las afortunadas que tiene trabajo, sufrió la discriminación en sus propias carnes. En su caso, decidió hacer el proceso de cambio cuando era mayor, ya que como nació durante la dictadura franquista, en esa época era “impensable”. En ese entonces, trabajaba en un restaurante de camarera y la despidieron.

Más tarde, en 2007, encontró empleo en una residencia para ancianos. Al principio, todo iba bien, pero estuvo unos días trabajando sin contrato y en el momento en el que presentó el DNI para que se lo hicieran, todo cambió. “Me hacían cambiar en el lavabo o no me daban ropa”, resalta. Finalmente, la despidieron alegando que no había superado el período de prueba.

Un grupo de mujeres trans con las postales revindicativas para repartir en tiendas de Barcelona/ Núria Segura

Pero Serra optó por llevar su lucha a los tribunales y ganó. Una jueza declaró el despido nulo y obligó a que fuese readmitida. Fue un precedente para el colectivo, ya que era la primera vez en España que la justicia entendía que una persona había sido discriminada en el ámbito laboral por su transexualidad.

Desde entonces, Serra trabaja en esta residencia en Barcelona, pero se ha tenido que ir de la capital catalana porque su pareja no encuentra empleo porque es trans y, por eso, no pueden permitirse pagar un alquiler en la ciudad. Cada día tarda una hora en ir al trabajo y otra en volver.

Pero no todas han tenido la misma suerte. Tatiana Capote se ve obligada a ejercer la prostitución. “Pese a lo que diga el currículum, el empresario solo mirarte ya se olvida de tu experiencia o de lo que puedes aportar a la empresa y te ve de otro mundo, como si tuvieras cuatro brazos u ocho ojos”, resalta. Capote ha estudiado hostelería, pero no encuentra trabajo en el sector del turismo, que es la principal fuente de ingresos de España. “Necesitamos la ayuda de los empresarios para dejar la prostitución”, asevera con contundencia.

“Pese a lo que diga el currículum, el empresario solo mirarte ya se olvida de tu experiencia o de lo que puedes aportar a la empresa y te ve de otro mundo, como si tuvieras cuatro brazos u ocho ojos”

Es de Venezuela y llegó a Logroño engañada. Pensaba que venía a trabajar en una peluquería donde también podría tener relaciones con algunos clientes. “Cuando llegué a Logroño era mentira y estábamos un grupo de mujeres encerradas en una casa. De lo que ganábamos, nos daban dinero solo para comprar cosas para el trabajo como maquillaje y ropa”, cuenta. Esta mujer fue escondiendo el dinero de las propinas y cuando tuvo los ahorros necesarios, escapó. Finalmente, vino a Barcelona donde tenía amigas venezolanas. Pese su historia, prefiere no denunciar y no remover el pasado.

Para Capote no es fácil ser trabajadora sexual. De hecho, expone que si pudiera se dedicaría a otro empleo, pero no encuentra y necesita el dinero para poder sobrevivir y enviar dinero a su familia. “No es un trabajo fácil porque tengo que estar con una persona que no conozco haciendo cosas que no me gustan”, lamenta. Pese a ello, no pierde el optimismo ni las ganas de luchar. Ahora está estudiando un curso de electricista. “Si no me sale de una cosa, a ver si me sale de otra. Me tengo que abrir fronteras”, dice sonriendo.

Capote, junto otras mujeres de su colectivo y Médicos del Mundo Cataluña, repartieron postales reivindicativas en tiendas del centro de Barcelona para incentivar a los empresarios a que contrataran trans en sus establecimientos.

Joan Bacaro, dependiente de la juguetería Palau, escucha atentamente un grupo de trans que ha acudido a la tienda a repartir las postales reivindicativas / Núria Segura

Uno de los locales al que entraron fue a la juguetería Palau. Su dependiente, Joan Bacaro, escuchó atentamente sus reclamos. Según el empleado, este colectivo “es un tabú” para muchas personas y eso lleva que la sociedad las discrimine. “Hay colectivos que por motivos de raza o sexo no tienen las mismas oportunidades para acceder al mundo laboral y las tendrían que tener porque son iguales que tú y que yo”, razona.

Además de esta acción, Médicos del Mundo Cataluña y las mujeres trans han elaborado un informe sobre la situación de este colectivo en Barcelona, donde la cuestión laboral es uno de los puntos clave. “Nos dimos cuenta de que las mujeres ‘trans visible’, es decir, las que se ve que son trans, es difícil que las contraten porque la sociedad no está preparada. Si eres una mujer invisibilizada o un hombre trans, como no se observa a simple vista, no hay tanto problema”, precisa Victoria Camos, de Médicos del Mundo Cataluña.

Dubiela Agredo, que ha colaborado en la creación del documento, propone que la Administración cree un sistema de cuotas en las compañías para que contraten a personas trans y que los empresarios obtengan unos beneficios por emplearlas. “Somos un colectivo olvidado”, defiende.

La barrera del DNI

La mayoría de las personas entrevistadas reconocen que la verdadera barrera es el DNI. Aunque encuentren un trabajo, todo el sueño se desmorona cuando los empleadores ven que junto a la foto de mujer aparece un nombre de hombre. Conseguir el cambio de nombre en el documento de identidad no es tan sencillo, resalta Belén Camarasa de la Fundación Surt.

El cambio de nombre en el DNI no es sencillo. Es necesario un informe psiquiátrico que certifique que la persona padece una disforia de género, es decir, un trastorno de género

Es un proceso largo que dura dos años y, durante este período, incluye un acompañamiento con un endocrino para demostrar que están siguiendo un tratamiento hormonal. También necesitan un informe de un psiquiatra conforme padecen una disforia de género, es decir, un trastorno de género. En el caso de las extranjeras tienen que esperar mínimo doce años: diez para obtener la nacionalidad y dos por el proceso obligatorio de cambio de nombre.

Reconocer la disforia de género, explica Camarasa, les impide ejercer profesiones como la psiquiatría o la carrera militar, por lo que aduce que es discriminatorio. “No estamos enfermas, no estamos locas, no somos un problema”, exclama Camarasa, que añade: “Somos personas normales”.

Esto es lo que quiere cambiar la proposición de Ley de la Transexualidad presentada el pasado mes de febrero por Podemos en el Congreso, que contempla que las personas trans no necesiten ni el documento del psiquiatra ni el seguimiento del endocrino para cambiar el nombre en el DNI.

Los riegos de la prostitución

Camarasa estudió Telecomunicaciones, pero nunca ha encontrado trabajo de su profesión. “Vas a una entrevista y te acostumbras al ‘ya te llamaremos'”, precisa. Por eso, se vio obligada a ejercer la prostitución durante tres años. “Cuando tenía estas relaciones sexuales, para tener una vida más o menos normal, me acababa autoengañado de que quería hacerlo. Si no tienes unos mecanismos de defensa psicológicos es muy jodido”, confiesa.

Desde de la Fundación Surt calculan que un 90% de las mujeres trans de Barcelona ejercen o han ejercido la prostitución. Se desconoce, por eso, cuántas de ellas lo hacen por voluntad propia o porque no han tenido más remedio. “Eso no lo sabremos hasta el día que tengamos la libertad de poder decidir”, apunta Camarasa.

El informe elaborado por Médicos del Mundo Cataluña también pone el acento en esta cuestión. Detalla que la mayoría de las mujeres trans llegan a la prostitución por necesidad económica y de la mano de una amiga que ya la ejerce. Además, cuanto más tiempo practican esta actividad, más les afecta emocionalmente. “Los problemas que salen de la prostitución son desigualdades de género, violencia en la calle, el frío de la noche y jornadas muy largas”, manifiesta Camos, de Médicos del Mundo. También destaca que se establece una relación de poder entre el cliente y la trabajadora sexual. A menudo, esta se ve obligada a mantener relaciones sin preservativo o incluso a consumir drogas con el cliente porque, si no lo hace, éste les amenaza que se irá con otra.

Un 90% de las mujeres trans de Barcelona ejercen o han ejercido la prostitución. Muchas de ellas lo hacen por las dificultades que tienen para encontrar otros trabajos por su condición sexual

Pero no todo el mundo se muestra disconforme con esta actividad. Sabrina Sánchez es la presidenta de la Asociación Aprosex, que defiende a las trabajadoras del sexo. Sánchez, que es mexicana y lleva diez años en el país, reconoce que se inició en el mundo de la prostitución porque no encontraba trabajo y se había gastado sus ahorros. Ahora, por eso, se ha convertido en su principal fuente de ingresos. “No se me caen los anillos por tener sexo con desconocidos”, matiza. No obstante, antes de tomar esta decisión obtuvo muchos “No” en los procesos de selección. Algunos de ellos, hasta los superó; pero los empleadores cambiaron de opinión cuando presentó el DNI.

Sánchez detalla que una trabajadora sexual que ejerce en un local puede ganar 70 euros por un servicio de media hora y 120 la hora. El sueldo mensual es muy variable. “Un día tienes un cliente, después en tres días ninguno y de repente otro día cuatro de golpe”, expone. En la calle los precios cambian. Por un servicio de unos quince minutos, las trabajadoras sexuales ganan entre veinte o treinta euros; pero, aunque la tarifa es menor, pueden atender más clientes.

Sin embargo, trabajar en la calle es peligroso y las mujeres se pueden encontrar en situaciones discriminatorias o de violencia. Ahora bien, Sánchez desmiente la concepción generalizada de que estas agresiones provienen por parte de los clientes, sino que es de gente que no contrata estos servicios. A estos, les define como personas transfóbicas, misóginas, putofóbicas o supuestos guardianes de la moral. “Nos quieren fuera de la calle”, espeta.

Pese que ella ha optado por esta actividad, defiende que debe ser una decisión de la propia mujer. Cree que, en tanto que las mujeres trans pagan sus facturas como el resto de miembros de la sociedad, también deberían de ser un elemento cotidiano del mercado laboral. Para ello propone que se den incentivos a los empresarios que contraten a mujeres de este colectivo. “Les conviene que nosotros trabajemos y tener más gente que pueda contribuir en la economía. A veces, por eso, son muy cortos de miras y se dejan llevar por su ideología”, lamenta.

Educación y más educación

Pese a todo, Serra, de ATC Libertad, reconoce que los tiempos han cambiado mucho y ahora las trans tienen menos dificultades: “La familia las acepta”. Antes, las personas de este colectivo estaban aún más estigmatizadas, sus propios padres les expulsaban de casa y llegaban a las grandes ciudades para ejercer la prostitución. “Ahora, como reciben el apoyo de sus familiares, tienen un techo donde dormir y no se ven obligadas a realizar esta actividad”, matiza. Llegar a este punto, reconoce, no ha sido sencillo y se ha necesitado años de una labor educativa con las familias.

Dubiela, a la izquierda, con una compañera en un establecimiento explicando los beneficios de contratar una trabajadora trans / Núria Segura

Ahora bien, todas las entidades defienden que aún falta más educación para que el resto de personas las vean como lo que son: un elemento más de esta sociedad y, con ello, acabar con la discriminación laboral del colectivo.

Además, de elaborar el informe Agredo y Médicos del Mundo Cataluña han iniciado campañas de sensibilización en los colegios para terminar con la discriminación social del colectivo. “Tenemos la necesidad de visibilizarnos y decir que estamos aquí. Somos personas como cualquier otra. Falta que nos miren como personas y con respeto”, concluye Agredo.

Unos procesos educativos que para Sánchez son esenciales, pero recuerda que también son lentos y pueden durar décadas. “Queremos que se nos reconozca nuestra cotidianeidad y nos dejen de decir que somos valientes por ser trans. No somos valientes, somos trans”, sentencia.

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