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Tres claves de las elecciones que inauguran el poder total de Erdogan

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Su victoria implicará la aplicación de una reforma constitucional que convertirá a Turquía en un país aun más autoritario, pero gran parte de la población todavía le apoya

R.M.

25 Junio 2018 18:26

Recep Tayyip Erdogan ganó este domingo las elecciones en Turquía con un apoyo de casi el 53% de los votos, prolongando así los ya 16 años de mandato de su partido, el AKP. Aunque se trataban de unos comicios en los que el presidente turco no las tenía todas consigo, la victoria ha reforzado su papel en el poder. En occidente es visto como un líder autoritario, mientras que en Turquía sigue siendo un hombre del pueblo para más de la mitad de la población. Erdogan tiene ahora más poder que nunca aunque la oposición interna a su figura también se acrecienta. Estas son tres claves para leer estas elecciones:

1. Con esta victoria Erdogan aplicará la reforma constitucional que lo hace todopoderoso. La reforma constitucional aprobada por referéndum en 2017 que hasta ahora solo se había aplicado de forma parcial. Con el resultado de las elecciones favorable a Erdogan, la reforma se aplicará convirtiendo a Turquía en un régimen presidencialista. No existirá la figura del Primer Ministro, con lo que el presidente tendrá plenos poderes por encima del Parlamento, por ejemplo, en el nombramiento de ministros, en legislar a través de decretos vinculantes y en el momento de vetar leyes, aunque estas pueden ser reaprobadas con una mayoría simple de la cámara. También puede nombrar directamente a dos de los trece miembros del Consejo Supremo del Poder Judicial, frente a los 7 que puede designar el Parlamento. Los mandatos presidenciales duran a partir de ahora cinco años y el mismo candidato solo puede optar a ser reelegido uno más. Sin embargo, si el parlamento convoca elecciones anticipadas y no lo hace el presidente, un mismo candidato puede presentarse por dos mandatos más, aunque ya haya sido presidente. Esto es lo que presumiblemente sucederá en caso de que la cámara siga controlada por su partido, el AKP. El fin del régimen parlamentario que se mantenía desde 1923 había sido diezmado de hecho en los últimos años por el propio Erdogan, en especial por la inclusión de la religión islámica en la vida pública en contra de los principios laicos constitucionales y, sobre todo, por el estado de excepción instaurado desde el intento de golpe de estado de 2016 que ha derivado en purgas a opositores, funcionarios y periodistas críticos. Al menos 200 de estos están entre rejas.

2. Los islamistas y los laicos están en su contra. En estos comicios, tanto islamistas como laicos han unido sus fuerzas para tratar de derrotar al presidente. A Erdogan siempre se le ha calificado como islamista. De hecho, su partido ha sido el principal representante de esta tendencia. Sin embargo, hay escisiones en esta facción. El hecho de que haya disidentes en el islamismo que se hayan unido a los laicos solo significa una cosa: que Erdogan solo es de él mismo. Su estilo de gobierno y la reforma constitucional del año pasado solo indican que Erdogan amasa más poder en un régimen cada vez más personalista que no responde a los intereses de los principales grupos políticos del país, sino a los personales. Las violaciones de derechos humanos, el estado de excepción sostenido desde el intento de golpe, la no-separación de poderes o las purgas de funcionarios y disidentes han hecho saltar las alarmas en quienes en su día fueron sus aliados ideológicos. La oposición no ha logrado su principal objetivo, que era ganar el control del Parlamento con el fin de debilitar el poder del presidente. Sin embargo, la alianza que se ha presentado a estos comicios podría marcar el camino para un frente común contra el presidente en los próximos años.

3. Lo que se dice fuera y dentro de Turquía son relatos muy diferentes. Mientras la prensa occidental centra sus ataques en la deriva autoritaria de Erdogan y del estado turco, el presidente sigue gozando de una popularidad mayoritaria, como han reflejado los resultados. Erdogan ha mantenido un estilo populista que ha puesto a la religión en primera fila de la vida pública en contra del laicismo beligerante de las élites burocráticas blancas que la han denigrado desde los años 20. Esto le ha hecho ganar el respaldo de los votantes conservadores. Además, a pesar de la elevada tasa de desempleo y el déficit comercial, las medidas económicas y sociales internas, como las grandes obras públicas o la sanidad han puesto de su lado a gran parte de los votantes. Sus dejes autoritarios no han supuesto sino un refuerzo de un estilo de gobierno representativo de los más pobres, marginados históricamente por los gobiernos anteriores. Por otro lado, gran parte de la prensa está controlada o es favorable al oficialismo, mientras que las voces disidentes son acalladas, de forma que las críticas a la gestión se localiza en la oposición residente en el extranjero y en la prensa occidental.

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