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La triste realidad que oculta el millonario timo de los cristales curativos

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No está demostrado que sanen, pero sí lo que implican para los derechos humanos y el medio ambiente. Y no es nada bueno

PlayGround

27 Septiembre 2019 14:36

2019 nos dejará tendencias tan dudosas como los pantalones ciclistas con blazers. Pero probablemente ninguna será tan problemática como la fiebre por los cristales curativos.

A decir verdad, no es un fenómeno exactamente nuevo. El New York Times ya bautizó 2017 como el año del 'gran boom de los cristales'. Dos años después, un vistazo a los hashtags #crystals y #healingcrystals en Instagram confirma que la moda sigue fuerte.

Sí, ahí fuera hay gente poniendo cuarzo rosa y amatista en sus botellas de agua para “sanarse” mientras hacen ejercicio. ¿Y? Quizá te preguntas. Ciertamente, el universo de la pseudociencia es pródigo en este tipo de absurdidades. El problema es que las implicaciones del mundo de los cristales supuestamente curativos alcanzan mucho más allá de las clases de Pilates para cuarentonas acomodadas. Y son siniestras.

Un negocio millonario sin base científica

Si vives en occidente es difícil escapar de este tipo de cristales. Se venden en museos y centros de yoga, en mercadillos hippies y en Etsy. Tienen forma de lámpara, masajeadores, juguetes sexuales o 'huevos vaginales' como los que promociona Gwyneth Paltrow a través de su firma Goop. No es la única celebridad que los reivindica. Kim Kardashian reveló que los cristales la ayudaron a superar su asalto a punta de pistola en 2016 y Katy Perry ha reconocido que utiliza cuarzo rosa para atraer a los hombres.

Como habrás adivinado, todo esto solo puede significar una cosa: los cristales curativos son un negocio millonario.

Cada mes de febrero Tucson (Arizona) acoge la exposición de cristales y piedras preciosas más grande del mundo. Ahí, 4.000 vendedores y más de 50.000 clientes alcanzan tratos que mueven decenas de miles de toneladas de cristales. En declaraciones a The Guardian, Daniel Trinchillo, propietario de un negocio de cristales de alta gama, estima que este tipo de tiendas acumulan ventas por valor de 500 millones de dólares al año. Una cifra que alcanza unos cuantos miles de millones si se le suma el resto del mercado.

¿Qué compran exactamente los fanáticos de los cristales? Los creyentes creen que los cristales son conductores de la energía ambiental, recogiendo señales y canalizándolas hacia el usuario para así re-equilibrar sus energías y sanar su cuerpo y mente. En Occidente, su primero pico de popularidad se vivió en la década de los 70, y su reciente resurgimiento ha coincidido con el renovado interés de la generación actual en la espiritualidad alternativa.

Según el Centro de Investigación Pew, el 42% de los adultos estadounidenses cree que la energía espiritual se puede canalizar a través de objetos físicos como los cristales y más del 60% tienen al menos una creencia “new age”, como la fe en la astrología o el poder de los psíquicos.

La base científica de todo ello es prácticamente inexistente, pero a sus usuarios esto parece importarles poco. “Si me hace tomar un momento para pensar, 'Oh, esto está ahí para abrir mi corazón', entonces está haciendo su trabajo”, explicaba una usuaria al New York Times. A primera vista esto no debería suponer un problema más allá del facepalm de rigor. Los cristales no tienen perjuicios para la salud a no ser que se utilicen como sustitutivo de medicamentos para tratar condiciones serias. Pero lo que esconde detrás es una triste historia de pobreza, explotación laboral y daño al medio ambiente.

Dañinos para los derechos humanos... y el medio ambiente

En un reportaje reciente, The Guardian enunciaba la realidad del millonario mercado de los cristales curativos. Un mercado que, hasta el momento, ha evitado el escrutinio de los de mercancías similares como el oro y los diamantes pero cuyas prácticas son igual de lesivas para los derechos humanos y la naturaleza.

La mayoría de estas piedras se recolectan en países subdesarrollados con leyes laborales y ambientales poco estrictas. Lugares como Madagascar o la República Democrática del Congo, donde los mineros trabajan con sueldos pírricos, con condiciones de seguridad lamentables y, a menudo, siendo menores de edad. Aunque es cierto que no todos los países que exportan este tipo de piedras incurren en estas faltas, son muy pocos los vendedores que conozcan la procedencia de los cristales que venden, así como las condiciones en las que se ha producido su extracción.

En Madagascar, y tal como relata el reportaje, estas condiciones pasan por “estar horas cavando bajo tierra, agazapados en la oscuridad, con las espaldas curvadas y las pantorrillas doloridas”. A menudo se trata de un proceso peligroso debido a los deslizamientos de tierra, que cada año matan a decenas de personas. Los mineros pueden llegar a arrastrar piedras de 50 y 60 kilos durante kilómetros inhalando polvo y partículas tóxicas para acabar ganando un dólar al día.

La extracción masiva de estos cristales también supone una agresión al medio ambiente, ya que implica arrasar con el hábitat de multitud de especies animales y vegetales. Al mismo tiempo, el abandono de minas hace que acaben convertidas en pozos de agua que atraen a grandes cantidades de mosquitos, muchos de ellos portadores de enfermedades como la malaria.

Todo ello está empujando al mercado de los cristales a realizar un examen de consciencia. Y es que se da la paradoja que sus consumidores son, en su mayoría, personas que tienden a preocuparse por el impacto ambiental, el comercio justo y las buenas intenciones. A pesar de la buena salud del mercado, sin embargo, la mayoría de compañías que se dedican a la venta de cristales alegan no disponen de recursos para que rastrear sus cristales hasta su fuente en las minas les salga a cuenta.

¿Estarían los consumidores dispuestos a pagar más por cristales provenientes del comercio justo? Quizá este sea el gran quid de la cuestión. Si lo que se busca es una 'sanación', a todas luces la respuesta debería ser afirmativa. Al fin y al cabo, si los cristales son capaces de canalizar la energía que les rodea deberíamos dar por supuesto que las circunstancias en las que han sido minadas las piedras acaban incrustadas en las mismas. ¿O no?

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