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Casuals: los chungos del barrio se ponen guapos

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¿Qué es la moda casual y por qué es única y tan importante en la cultura popular europea?

Ignacio Pato

05 Abril 2018 17:03

Para cuando Cass Pennant produjo el documental Casuals, la historia de una moda nacida en las gradas, en Inglaterra ya era una celebridad underground. Fuera, para los aficionados a la cultura popular relacionada con las gradas, un poco también. El productor de la cinta que vamos a poder ver por primera vez proyectada en el quinto Offside Fest que empieza hoy fue durante años uno de los líderes de la Inter City Firm del West Ham United. Negro en desafío al alza del racismo británico y con su 1,95, nunca ha pasado inadvertido ni cuando fue el primer hooligan en ser encarcelado en relación al fútbol, cuando fue tiroteado o cuando después ha sido protagonista de documentales, programas de culto como The football factory o como asesor de contenido en una de las películas de fútbol más disfrutables siempre: Green Street Hooligans.

En cualquier librería británica puedes conseguir también una copia de sus memorias: Congratulations, you have just met the ICF es un bestseller, pero en España la subcultura de la afición por el fútbol en las islas es un tema superficialmente tratado. Individualismo chav y violencia irracional son algunos de sus tags. Barrigas y chándals de supermercado son otros de los mitos. De despejar esta falacia va el documental Casuals.

La moda casual tiene varias características que la hacen única.

En primer lugar, es la única tendencia de ropa que ha nacido de colectivos -o tribus, en jerga sociológica caducada- relacionados con el fútbol y no por ejemplo con la música como tradicionalmente ha ocurrido.

El origen de la moda casual irrumpe a finales de los setenta por la colisión del revival mod -The Jam, Secret Affair, el fanzine Maximum Speed o la película Quadrophenia- y la afición al fútbol. Mucho más enfocada hacia el césped que hacia los escenarios, eso sí. Con las gradas infiltradas de skinheads del National Front y la policía estrechando el cerco, muchos encontraron en una vestimenta sin distintivos ni colores de cada equipo, sino mucho más parecida a una ropa de calle, casual, una nueva libertad de movimientos.

De repente, como cuenta Martin King en el libro Hoolifan: 30 years of hurt, las peleas en las gradas parecían guerras entre clones de los tenistas John McEnroe y Björn Borg.

En efecto, esa ropa "de tenis" era una de las favoritas de los casuals. Pero, ¿por qué había nacido exactamente la pasión por marcas como Fila, Lacoste, Ellesse o Sergio Tachini? La respuesta está de nuevo en el fútbol. El Liverpool dominaba este periodo no solo en Inglaterra, sino internacionalmente. En sus numerosos desplazamientos de Copa de Europa, los aficionados reds encontraron un pasatiempo que haría historia: aprovechar para comprar ropa. Así lo hacían en Italia o Francia y así esas marcas llegaron a las islas. Era además una manera de diferenciarse de los Perry Boys del acérrimo rival a tan solo 50 kilómetros: muchos jóvenes aficionados del Manchester United eran conocidos así por su amor por la marca Fred Perry.

Las chaquetas Stone Island o las zapatillas blancas Stan Smith y las negras Samba de Adidas son otros de los clásicos. De hecho, la subcultura casual tiene a uno de sus primeros ganadores en Robert Wade Smith, que hizo bastante dinero simplemente haciendo caso a lo que muchos jóvenes venían buscando a su tienda de deportes de Liverpool: unas Adidas que no tenía. Juntó cientos de libras y viajó a Alemania para volverse a Inglaterra en una furgoneta llena de 400 pares de zapatillas que iba a vender en un par de semanas.

La ropa llegó en algunos casos a convertirse en un factor tan diferencial entre aficiones como refleja una anécdota que cuenta en sus memorias -The way we wore- el periodista especializado en moda y aficionado del Queens Park Rangers Robert Elms. En un viaje para jugar contra el Coventry, Elms y sus amigos vieron que algunos de los chicos locales vestían Fila. Como hacía un mes que la marca se había pasado de moda en Londres, no tuvieron ni que pelear contra ellos: bastó reírse sus rivales por cuestiones textiles para ganarles la batalla de la calle.

Y lo más importante, la moda casual, vinculada al deporte por excelencia de la clase trabajadora británica, emergió de abajo hacia arriba.

Elegancia politizada. Ahí afuera, en la calle, eres el representante de tu familia, de tu barrio. Si el mundo se basa en la apariencia, y somos lo que parecemos, vestir bien era honrar a los tuyos.

De pronto, y como los primeros mods, los jóvenes obreros, en el vértice ahora de un thatcherismo que glorificaba un distópico individualismo productivo, se pusieron guapos. Si venía el fin del mundo y el sistema les iba a despreciar como nunca, no iba a ser por sus pintas.

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