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Mártires de la revolución, Franco reencarnado y un enemigo del pueblo

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Empezamos con Dua Lipa y acabamos llorando como locos. Por el camino, hemos creído en una revolución. Tenemos mucho que contaros sobre cómo hemos vivido la 13ª Champions del Real Madrid

Ignacio Pato

26 Mayo 2018 23:49

Ya era medio raro que el moderneo enlatado de Dua Lipa acallase los coros de You'll Never Walk Alone de la afición del Liverpool. Así se las gasta la tragicomedia del fútbol moderno. Un poco antes, y ante una afición red con cientos de pancartas entre las tradicionales de boicot al estercolero con forma de periódico The Sun o la imagen de Jeremy Corbyn, Klopp se plantaba diez minutos a mirar sin disimulo, fijamente, el calentamiento del Madrid.

Era el comienzo de un intento de revolución roja que acabó en drama.

El Madrid salió a conquistar la "trécima" con el mismo once que ganó la duodécima hace un año. El Liverpool, a la yugular. Arrinconando al mastodonte blanco con una presión muy arriba. Klopp dejaba destellos maestros como el amago para jugar en corto, atraer a los jugadores madridistas a presionar hacia Karius, amagar entonces con sacar en largo para alejarlos, y entonces sí, jugar en corto. Fue lo último bueno que hizo un portero que acabó convertido en enemigo del pueblo de esa revolución frustrada.

Fue casi media hora en la que la electricidad del soviet red funcionaba como debía. Con Milner de comisario político y Salah... Salah rompiéndose y teniendo que abandonar. O siendo roto por una llave de lucha libre de Ramos que nos dejó una de las frases del año. El escritor escocés Irvine Welsh se convierte en el James Rhodes del antimadridismo con lo siguiente:


Franco reencarnado siguió jugando, por supuesto. Los hinchas del Liverpool callaron por primera vez y el Madrid se frotó las manos porque sabía que era el momento de vampirizar el bajón emocional del rival. La revolución ya tenía un mártir pero se venía la represión blanca. Ya era red or dead, y se pagaba mucho menos la segunda opción. Por en medio se había lesionado también Carvajal. Más lágrimas.

Lo que no sabíamos es que el Madrid iba a contar con un colaborador inesperado. Especialmente por sus compañeros del Liverpool. La RAE define como alguien "que sirve o ayuda a los intereses contrarios del grupo al que pertenece" a un quintacolumnista. La expresión se hizo popular en nuestro país en la Guerra Civil. Algunas fuentes atribuyen precisamente uno de los líderes fascistas, el general Mola, quien dijo que cuatro columnas avanzaban hacia Madrid pero que dentro de la ciudad, aún bajo legalidad republicana, existía una quinta formada por "nacionales" que trabajaban de manera clandestina para que triunfase el golpe de estado. Quintacolumnista acabó usándose en la II Guerra Mundial para referirse a los franceses pro-ocupación nazi. Gran parte de su cometido era el sabotaje.

El gol de Benzema es uno de los fallos más groseros que se han visto a un portero de élite en mucho tiempo, con permiso del de Ulreich del Bayern también con el francés delante. Sadio Mané marcó el empate enseguida y mantuvo unos minutos viva la llama de la rebelión roja, pero fue la mejoría antes de la muerte.

Bale, que no había sido titular y acaba una temporada flojísima, marcó lo que parecía un golazo. Y lo es pero no. Una chilena -no excesivamente plástica- casi desde la frontal que superó el 1,90 y una pseudoestirada de Karius. El epílogo del drama fue un tiro, también de Bale, que se escurrió entre las manos del portero. Para entonces, más que quintacolumnista ya había pasado a ser un "enemigo del pueblo" para la revolución de Klopp.

Le dio tiempo a un espontáneo a cortar un contraataque pero el resumen estaba claro. Más lágrimas sobre el césped y miradas perdidas en la grada de aquellos que habían creído que era posible tumbar al monstruo blanco. Pero no. No es el fútbol, ni siquiera la Champions, es el desequilibrio de fuerzas frente a la ilusión. O sea la vida. O sea el Madrid ganando.

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