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Cómo salir vivo de una guerra impensable hoy en día

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Entradas que siegan piernas, tirones de pelo y un botellazo en la cabeza: 40 años de la batalla de Belgrado

Ignacio Pato

30 Noviembre 2017 06:00

Una anécdota previa da idea del ambiente que rodeaba el Yugoslavia-España del 30 de noviembre de 1977. El seleccionador español Ladislao Kubala ordenó que todos los alimentos que comieran ese día sus jugadores fueran de los que se llevaron desde España y que el café de después se trajese de un establecimiento diferente al de la comida y, esto era importante, sin que se supiese que era para los futbolistas españoles.

Así, con esa desconfianza, un frío de mil demonios y 100.000 yugoslavos -se dijo que muchos de ellos militares invitados por el mismísimo Tito- en la grada, se presentó España en el Pequeño Maracaná de Belgrado. En juego estaba una plaza para el mundial de Argentina'78. Yugoslavia ya había eliminado a España de la clasificación de Alemania'74, y en aquel partido los Katalinic, Popivoda, Susic y Surjak eran favoritos contra los Pirri, Asensi, Rubén Cano y Cardeñosa. Tenía que ganar a España por dos goles.

Fue un partido durísimo. La Batalla de Belgrado.

No hubo que esperar ni un segundo de juego para ver al primer español tirado en el suelo. Juanito se quejaba de haber recibido un puñetazo. Poco después, recibe Pirri, que acaba teniendo que retirarse. Tras las vallas de Voll-Damm, DYC, Danone, Arroz SOS, Anís Castellana y El Corte Inglés, dispuestas para la ocasión, el público plavi no deja de animar a los suyos. En el 26, salva Olmo bajo palos y el rechace va al palo: España se salva por poco. Hacia el 35, una entrada criminal de Rubén Cano a un yugoslavo acaba con Sead Susic tomándose la justicia por su mano y agrediendo al delantero atlético. Televisión Española se queja de que la señal de la tele yugoslava no lo repite, pero a la altura del descanso ya está claro que ambos equipos están repartiendo a partes iguales. El descanso, Jugoslavija 0 Spanija 0, parece enfríar un poco el empuje local.

Parece, solo. "Preparémonos a sufrir", dice TVE.

En realidad, Yugoslavia está cada vez más nerviosa y España parece ir estirándose poco a poco. Del público poco a poco lo único que va viniendo son más silbidos que gritos de jaleo. Especialmente con algún enganchón propiciado por los españoles, sobre todo de un caliente Cardeñosa que se jugaba ya la segunda amarilla. El comentarista de TVE José Félix Pons se queja porque el seleccionador yugoslavo Marko Valok no ha facilitado los dorsales de los jugadores suplentes. Muy justo no parece el lamento de que, tras no dejar la ley de la ventaja por una falta, le saque tarjeta amarilla a Marcelino "quizá para congraciarse con el público". Cosas de la imparcialidad patriótica.

Hasta que en el minuto 70, y en medio del sonido de una sirena, Cardeñosa apura para llegar justo a dar un centro que remata con la espinilla Rubén Cano. 0-1 para España.

Cinco minutos después, Juanito se lleva un buen viaje en el césped, pero no tanto como el escándalo que sucederá a continuación, cuando sea sustituido por el bilbaíno Dani. Cuando el jugador madridista ha salida ya del campo, y está en la pista de atletismo a punto de ponerse la chaqueta, hace un claro gesto de desaprobación a la hinchada balcánica, a lo emperador romano, con el pulgar hacia abajo.

"Juanito se retira en un gesto que no debe hacer", dice TVE... y acto seguido se lleva un botellazo, lanzado desde la grada, que impacta en su cabeza y le deja inconsciente en el suelo.

El caos es considerable. Con Juanito tendido, el seleccionador local recrimina su gesto a los componentes del banquillo español, llenos de ira. Los golpes seguirán en el césped, donde el fútbol deja paso a un desquiciado concurso por ver quien es capaz de saltar cada entrada y llegar al final sin quedarse cojo.

El partido acaba milagrosamente sin expulsados. Hoy en día habría cuatro o cinco, mínimo.

Aquella selección preconstitucional, que tenía infinitamente más caracter que talento -siendo suaves-, llegó al mundial organizado bajo la dictadura militar de Argentina. Allí el destino, en forma de la poca destreza de Cardeñosa con la portería de Brasil prácticamente vacía, le tenía deparada una eliminación de esas que marcan a toda una generación. Fue uno de los no-goles más famosos de la historia.

Moraleja: la famosa Furia española podía ganar batallas como la de Belgrado, pero no mundiales.

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