Cuatro rinoplastias, una intervención en la mandíbula, otra en la barbilla, varias en los pómulos y un tatuaje de cejas. Y aún quiere más
Hay quienes sostienen que el verdadero fenómeno fan nació con los Beatles. Otros lo sitúan en los inicios de la carrera de un jovencísimo Frank Sinatra que conseguía desmayos de amor entre el público, sólo con su voz portentosa y sus míticos ojos azules. Más allá de cualquier polémica, lo que es indudable es que el siglo XX alumbró por primera vez el que millones de personas se sientan irresistiblemente atraídas hacia ídolos musicales o cinematográficos.
En el mundo anglosajón ese sentimiento intenso, similar a un enamoramiento arrebatado, a una pasión irresistible rayana en la obsesión, se conoce como “infatuation”, una palabra que no tiene un análogo en castellano, pero que todos podemos comprender. El fenómeno va más allá del hecho de que una persona te parezca más o menos guapa, ese enamoramiento del fan tiene que ver con el placer que nos produce su talento.
A estas alturas del siglo XXI los ejemplos son ya innumerables y quién más quién menos ha sentido algo así en algún momento de su vida. Pero, como todo, hay casos excepcionales y especialmente llamativos en que el fan se deja llevar por sus sentimientos y trata de aproximarse como sea a su ídolo, incluso a través de su propia piel.
Es el caso de Leo Blanco, un joven argentino de veintidós años que siente auténtica pasión por uno de los artistas más importantes del siglo XX, Michael Jackson.
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Más allá de disfrutar de su música, sus actuaciones, sus vídeos y la inmensa herencia e influencias que Jackson ha dejado, Blanco decidió que quería parecerse físicamente lo más posible al Rey del Pop. Para ello, se ha gastado unos treinta mil dólares en once operaciones estéticas que, según manifiesta, aún no han conseguido su objetivo, por lo que planea continuar sometiéndose a cuantos procedimientos puedan ayudarle.
Es un caso muy llamativo, no sólo por la evolución física producida, sino porque las intervenciones quirúrgicas empezaron cuando aún era menor de edad y contaba sólo con quince años. Desde entonces, la vida de Leo ha transcurrido entre sus cuatro rinoplastias, una intervención en la mandíbula, otra en la barbilla, varias en los pómulos y un tatuaje de cejas.
Los resultados están a la vista, Leo imita a Michael Jackson esforzándose en ser el mejor y transmitir a todos los fans del artista el mismo impulso positivo que marcó su carrera musical. Quiere ser el mejor entre los mejores y llegar tan lejos como pueda en esta especie de fusión. Sin embargo no son pocos los que ven en este proceso de transformación una tendencia preocupante e incluso un tipo de patología. Si en la vida casi todo es encontrar el equilibrio, hay quien sostiene que casos como el de Leo Blanco superan con creces cualquier margen.
En la familia del muchacho también existe preocupación por esta deriva de transformación radical y su madre ya ha manifestado que, aunque reconoce que su hijo es feliz, son demasiados los riesgos que está asumiendo y teme que de continuar sometiéndose a operaciones, alguna de ellas le cause graves problemas de salud e incluso la muerte.
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