Por chocante que parezca, no todo el cuerpo médico está en contra de esta práctica
¿Recordáis la célebre y aterradora imagen de Un Perro Andaluz en la que una navaja de afeitar corta un globo ocular (supuestamente) humano? Pues casi. Pero en la vida real.
Un barbero chino ejecuta un servicio extra en las calles de Chengdu. Xiong Gaowu es un barbero de 62 años. Y un barbero necesita que el pulso sea estable y no le falle. Pero más si presta este “servicio extra”. Porque Xiong pasa su hoja de afeitar por el globo ocular y los pliegues internos de los párpados del cliente que se lo requiera, “rasurando”, limpiando cualquier impureza que anide en la superficie de los ojos de su improvisado paciente.
Alguien debería inventar ya una palabra para describir la fobia que da imaginarse en la piel del protagonista de estas imágenes.
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En realidad se trata de una práctica centenaria en algunas regiones de China. Según las crónicas la técnica era usada a principios del siglo XX para tratar el tracoma, una inflamación de la conjuntiva causada por la bacteria Chlamydia trachomatis que supone la causa principal de ceguera infecciosa a nivel mundial. Pero los tiempos han cambiado y hoy son mayoría quienes señalan los riesgos que conlleva su práctica.
No es necesario que se produzca ningún corte evidente para que se cause y propague una infección que podría tener gravísimas consecuencias. Por no hablar de que nadie puede tomar esta actividad como algo muy higiénico, pasando de un cliente al próximo, incluso si se procede a desinfectar la hoja. Aunque, por chocante que parezca, no todo el cuerpo médico está en contra. Algunos aceptan estas prácticas y ven buenos resultados en ella: las glándulas lacrimales se libran de depósitos de grasa que les impiden trabajar correctamente, dicen algunos. Hay debate.
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Omatofobia es la fobia a ver ojos. Ojos de otros. Ojos que nos observan. Representaciones de ojos. Pero es más común —y no hay palabra que lo defina— la incapacidad de manipular tus propios ojos y mucho menos de dejar que los manipule otra persona. Por eso hay gentes que tienen problemas para aplicarse lentillas en vez de gafas. O para que un oculista les trate. O para operarse de cuestiones como miopías.
Así que imaginad qué sentiríais si estuvierais aposentados en la silla de los clientes del bueno de Xiong, del hombre con el pulso firme, dispuesto a operar tu ojo, sin anestesia, sintiendo el frío roce del metal en tus cristalinos y en los pliegues interiores de los párpados, lindantes con el globo ocular. Imagínatelo. Si eres capaz de mirar el vídeo sin sentir esa grima, podrás hacerlo.
Para animarte, hay que decir que el paciente protagonista del vídeo que encabeza este artículo se manifestó feliz y satisfecho con esta forma de tratamiento tradicional. ¿Quién sabe cuándo habrán empezado estas prácticas? Probablemente perdurarán mientras quede algún anciano que, con principio de cataratas, diga que se siente mucho mejor tras el apurado de Xiong y su taumatúrgica navaja.
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