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Por qué la bollería industrial es mucho más barata que la verdura

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Un experto en alimentación te explica por qué dos bizcochos con 39 ingredientes cuestan menos que un manojo de zanahorias

Rosa Molinero Trias

29 Enero 2018 18:06

Deberíamos ser conscientes que la política alimentaria está fallando cuando los bizcochos de fabricación industrial se venden más baratos que un manojo de zanahorias.

Eso fue lo que Michael Pollan, escritor y activista de la alimentación quiso poner de relieve en la presentación de unas propuestas de reformas alternativas a la Farm Bill estadounidense, el paquete de medidas concernientes a la alimentación del país que se renovará este verano bajo los criterios de la administración Trump, cuyos votantes provenían de sectores rurales con una fuerte industria agrícola y ganadera.

Y sin embargo, el presidente de los Estados Unidos se acercó a Nashville para presentar la conferencia del American Farm Bureau Federation, el lobby agrario más grande y poderoso del país que se nutre de los intereses de grandes explotaciones.

Pero volvamos al polémico ejemplo, que a pesar de que Pollan ya lo utilizó en 2007 en un artículo para el The New York Times, no deja de ser impactante:

Un paquete de dos bizcochillos dorados, de una docena escasa de centímetros y rellenos de algo que quiere ser nata, involucra una tecnología para su fabricación altamente complicada en la que intervienen 39 ingredientes, algunos de ellos también altamente procesados. “Es una manufactura altamente tecnificada”, contaba Pollan. Y aún así resultan más baratos.

¿Por qué? Por las políticas que definen la Farm Bill desde hace décadas. Esta ley, cuyo presupuesto alcanzó los 489 billones de dólares para el ejercicio 2014-2018 y que afecta tanto a los subsidios agrarios como a los programas de asistencia a la alimentación, conocidos popularmente como ‘food stamps’, ya hacía tiempo que cojeaba. Ha sido incapaz de abastecer al consumidor estadounidense con una oferta saludable y accesible.

Porque tanto hoy como hace una década, la política agraria estadounidense subvenciona más que nada las llamadas 'commodity crops', es decir, los cultivos de maíz, soja, trigo, arroz y algodón.

“Alrededor del 95% de los subsidios actuales se destinan a cosechas que se convierten en alimento para animales, combustible o comida procesada”, afirma Kari Hamerschlag, directora del programa de alimentación y tecnología de Friends of the Earth para Civil Eats.

“¿El resultado? Un sistema alimentario rebosante de azúcares añadidos (derivados del maíz) y grasas añadidas (principalmente derivadas de la soja), así como carne y leche asquerosamente baratas (derivados de ambas)", decía Pollan, y añadía que “La razón por la que las calorías menos saludables del supermercado son las baratas es porque esas son las que las políticas agrarias alientan a los granjeros a cultivar”.

Pero alguien contestó a Pollan, diciendo que su argumento no era del todo correcto.

Fue Tamar Haspel, del Washington Post: “Sí, los ingredientes de la comida basura reciben muchos más subsidios que las frutas y las verduras. Pero no se tiene en cuenta esto: los productos frescos son mucho más caros de producir que los cereales, y esa diferencia empequeñece la diferencia de los niveles de subsidios”.

John Ikerd, profesor emérito de economía agraria de la Universidad de Missouri, publicó una contestación a Hapel en Civil Eats, arremetiendo contra esa crítica por no haber sabido apreciar el gesto de Pollan. Aunque admite que tiene parte de razón, rompe una lanza a favor de Pollan puesto que el objetivo principal era señalar las prioridades malsanas enraizadas en política agraria del país. “El ejemplo de los Twinkies-zanahorias es simplemente una puerta de entrada conveniente y accesible para los que están empezando a aprender que las prioridades de las políticas públicas que no tienen sentido”.

De ahí que Earl Blumenauer, congresista del partido demócrata de Oregon, formule esta potente tesis: “Seguimos pagando demasiado a las personas incorrectas para cultivar la comida incorrecta en los lugares incorrectos”. Y para cambiar esto, Blumenauer propone una alternativa a la Farm Bill que ha llamado Food and Farm Act.

Resumidamente, sus propuestas se dirigen a poner en evidencia los malos resultados contrastados tanto desde el campo como desde la sanidad de las políticas actuales y pasan por cerrar el grifo de los subsidios a los grandes cultivos destinados a alimentación de ganado y a las grandes industrias de gestión de desechos de los animales, más inversiones para las explotaciones agrarias sostenibles y responsables con el medio ambiente y en protección del bienestar animal y la conservación de agua y suelos, entre otros.

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